miércoles, 6 de octubre de 2010

Viviendo...


El sol volvió a salir cómo si no estuviera entrando ya invierno; a pesar de eso las noches no dejan de ser frías. Los sueños casi se esfuman de mis recuerdos al despertar, y esta sensación extraña en mí no me deja en todo el día. A veces quisiera que esto desapareciera, porque por más que le busque las razones no logro necesariamente encontrarlas, y cuando lo hago, sencillamente ya es muy tarde. ¿Cómo evitar algo que no puedes cambiar sin siquiera haberlo definido, o sabiéndolo, pero sin tener la capacidad de detenerlo? Creo que no hay respuestas, y si las hubiera, solo servirían para cubrir las preguntas y volver a formular otras. El mundo está lleno de preguntas aún sin respuestas, de palabras que no tienen definición exacta. Cargado de tanto y tan poco, que a pesar de todo no estamos dispuestos de aceptar. De algún modo, en algún punto, no lo hacemos.





Despertándome con un poco de pereza, salí con mi hermana en dirección de las galerías; al llegar nos damos con la sorpresa que la tienda a la que íbamos aún estaba cerrada. Mientras esperábamos a que abrieran, decidimos salir por algo para desayunar, pero en el camino ella me informa que tiene que ir a otro lugar; la despido en la parada de autobuses y sigo con mi plan de comprar algo para comer. De regreso me quedé un rato en el estacionamiento; las melodías que ponen en esa parte son tan relajantes para mí. No pensaba en nada, solo escuchaba y sentía el dulce vaivén hundirme al vacío de las despreocupaciones, donde las extrañas ansias dejaban de existir. Hasta que me di cuenta que era momento de librar a mis manos del documento.



Al entrar a la tienda de mascotas, me dediqué a mirar y admirar a cada animal que exhibían. El jugueteo de unos cachorros, el revoloteo de los canarios y descuidado dormir de una pareja de hurones. Para mí, los animales son los seres más humanos que existen en la tierra, con los sentimientos más puros como los de un recién nacido. Pero mi curiosidad fue interrumpida por una femenina voz dándome la bienvenida, le doy las gracias y le hago saber de lo que me había llevado hasta allí; me pide dejar la solicitud en recepción y esperar una semana a que me llamen para la entrevista.





Después de abandonar el documento donde debía, continué mirando un poco más el lugar; luego me dieron ganas de ver si el piano en la tienda de música ya estaba libre de su cerrojo, pero nuevamente me golpeó la desilusión al no poder deslizar mis dedos por él para tocar. Así que opto por revisar la unidad de CD’s de música, voy hacia las máquinas de audio, y sin pensarlo las horas se me volvieron a ir con la música.





En medio de mi huida, logro darme cuenta que mi hermana estaba buscándome. Sus mensajes en el celular me hacen mirar la hora. Después de responderle y escuchar un último disco, camino directo a la estación de autobuses, termino de consumir lo que había comprado para desayunar, ver el ir y venir de los autos sin tomar alguno, y el largo camino que me llevaría a casa; conté las monedas que guardaba en los bolsillos, calculé los gastos y ahora heme aquí dejando un pequeño rastro de mi presencia.