domingo, 30 de noviembre de 2008


Con la idea de llegar y actualizar esto, idea que ahora se ha hecho nada. Relatar un sueño casi perfecto, fascinante y vasto de imaginación. Sueño del que aún tengo presente cada escena, cada sensación, cada palabra como si lo hubiera vivido disfrazado en un mundo onírico. Belleza cuyo significado literal augura desastres. Lo que me lleva a preguntar: creerle a la literatura interpretativa?? o buscar en el fondo, mis deseos e inquietudes?? Todavía no he llegado a darle la respuesta, lo que si sé es que muchas veces la forma literal si bien no la tengo que tomar al pie de la letra me ha dado más aciertos de los que puedo esperar encontrar dentro de mi subconsciente. Interpretaciones que sin tenerlas en cuenta, algunas veces, terminan golpeándome con su acierto. Sueños cuyas interpretaciones me anticiparon acciones que ya tenía diseñadas y afianzaron su determinación detrás de mis ojos mientras dormía.
Si bien, este puede ser otro con todos los esquemas pronosticados dentro de mis inquietudes. Con la diferencia que yo no concilio en ser un ángel. Una persona tan terrenal que no puede serlo por el simple hecho de ser mortal. Imposibilitado de alcanzar magnificencia por ser como soy. No soy perfecta, nadie lo es. Ahora vale la pregunta de si la idealización de un ser tan puro denominado ‘ángel’ es perfecto. No me quiero meter en temas religiosos ni poner en discusión los conceptos de perfección e imperfección.
Qué podría deducir?? Quien termina leyendo no podrá darme nada, porque al final no escribí un sueño solo una pequeña señal que trata de un ángel. Tal vez en otro momento les cuente por completo como pasaron las cosas, el como viví hechos dentro un sueño. Quien sabe, tal vez para ese entonces ya tenga su significado y si se terminó reflejando en la realidad.



ABRIENDO EL CORAZÓN

Te fuiste en un amanecer, viendo el sol nacer al horizonte y tu muriendo tras de él. Mi corazón poco a poco sangraba por el dolor de perderte y mi alma gritaba y sollozaba dentro de mí, sin saber como atrapar a la tuya en cada segundo que empezabas tu partida. Cuando tus ojos tristes quitaron la visión resplandeciente y te fijaste en los míos, sonreíste, acariciaste mi rostro, y tus labios susurraron un doloroso te amo, cerrando tus ojos, te perdiste en ese sueño eterno que no encontraba mi compañía. Te abrace más fuerte y lloré, lloré sin dejar que el sol acaricie mi rostro, provoqué que el cielo se cerrara con mi dolor, empezando a nublarse y dejando que una calida llovizna caiga sobre nuestros cuerpos, te protegí, aún ahí te protegí, no quería que nada te toque más que mi cuerpo. Le grité al cielo mi sufrimiento, le dije a ese Dios que te llevaba, que ahí iba ese ángel que tocó tierra y no perdió sus alas cuando se mezcló con los mortales como yo, esa eras tú, mi Ángela, mi cielo y tierra.

Por fin descansas del sufrimiento heredado de tu padre. Ya tú lucha terminó, ahora empieza la mía por seguir la vida sin ti, sin mi mejor amiga; no habrá nada que te reemplace en mi corazón, en mi alma y en esta vida; sé que nos volveremos a ver, que ese amor que nos unía lo volverá a hacer, unirnos en la siguiente. En el camino más corto de mis necesidades, mis sueños, y el más largo, en mi muerte. En ellos y en ese momento nos hallaremos y uniremos, dejando que nuestro amor nos acompañe en la eternidad.


– Elisa, ¿vamos?... Parece que lloverá otra vez.

La voz que me aleja de mis pensamientos, colocó una de sus manos sobre mi brazo, como queriendo que me fije de su presencia. No quito mi visión de la lápida que inscribe tu nombre. Suspiro profundamente cuando una lágrima se deja caer de mis ojos cubiertos por las gafas oscuras. Y me permito darle cuerpo ante ellos a esa voz. Me sonrió, con su mirada fija en la cubierta de la mía. Sus ojos me hacen recordarte, su sonrisa nuevamente amarte, encontrarte en él fue y será mi consuelo ahora que no estás.

– Amor, vamos a casa.

Suspiro interiormente ante esa declaración. Amor, palabra tan pequeña, pero que con las vocales y consonantes perfectamente acopladas expresan la grandeza de su significado. El te amo que pronunciaron tus labios, que hondamente atravesaron mi corazón y mente, grabándose siempre como un hermoso tatuaje que nunca paso del azul de nuestra amistad y del que además hubiera preferido se tiña con el rojo de mi pasión.

Sus brazos ahora han atrapado mi cuerpo, me acopla al suyo para darme su calor, consuelo, seguridad, fuerza y amor. Me aferro a todo ese conjunto, dejándome llevar nuevamente al recuerdo de ese día, cuando la calidez de tu cuerpo no se perdía con la frialdad de la muerte que te abrazaba, mis labios acariciaron los tuyos en un beso que nunca te di, y que ese día me atreví a robarles. Que más me hubiera gustado tener una correspondencia, el contacto de mis labios a los tuyos, la mezclas de nuestros alientos acariciando cada rincón de tu boca y la mía, junto al galanteo de los cuerpos en la sensación. Siento un frío recorrerme y atravesar mi cuerpo enteramente, ya no te siento aquí, las declaraciones que profesa ahora en tu muerte mi corazón, me llenan de un escalofrió provocado por mis pensamientos. Y ¿si es aberración o rechazo lo que estoy sintiendo de ti?, si es así, no te pido perdón porque es lo que siente mi corazón, lo que siento yo. No te culparé si ahora nuestra promesa se rompe, solo recuerda que yo la mantendré.

– ¿Estás bien?

Mis ojos me cerraron su voz en tu nombre, aún con las lágrimas cayendo de ellos, y mi voz tomando fuerzas para contestar.

– Vamos a casa.

Al emprender el andar, las lágrimas del consuelo acarician nuestros cuerpos y pasos en el asfalto. Alejándome de tu frialdad, me dejo reconfortar de su calor junto al candor liberado del corazón que le recuerda a mi mente: “Te llevaré conmigo en donde esté”.

Las horas siguen sin paso corto, y él que no me regala su presencia. A veces me pregunto cómo es que la amistad cambia tanto, para llegar a la necesidad de un reemplazo, tanto es el secreto que se debe guardar en otra caja para no perturbar ni dañarla, o al menos eso creer.

– Eys, disculpa la demora.

– No te preocupes, hace unos minutos también que llegué.

– ¿Cómo has estado?

– Bien, aunque es más por la costumbre de responder que lo que en realidad siento.

– ¿Y qué sientes?

– Que debo huir de mi condena de estar sin ella.

Toma mi mano entre la suya para reanimarme, mientras mis ojos se mantienen fijos a ese toque y solo atino a sonreírle al cruzar las miradas.

– ¿Por qué te haces esto?

– ¿Entonces qué debo hacer?

– No respondas una pregunta con otra.

Deshago el agarre de sus manos para cruzarlos en la taza de café que bebía. Sus solas palabras me la recuerdan. Siento su mirada sobre mi postura meditabunda, hasta que reanuda la charla.

– El vuelo no pretende tener retorno, verdad.

– Eso intentaré. Necesito alejarme de todo esto, de la realidad. Haber aceptado mis sentimientos ahora es mucho más doloroso, y más si no está aquí para mi. Lo siento, no quiero dañarte a ti también, ya lo he hecho demasiado.

– No podemos cambiar el pasado, ni decidir en el corazón de alguien.

– Perdóname.

– No, no tienes porque pedirlas, pero no te niego que me hubiera gustado seguir a tu lado.

Mi visión ahora se empaña a su declaración. La candidez de sus ojos, justo esa mirada, me hace traerla ante mí, y recordar la voz del corazón cuando aseguró mis sentimientos y me aferró a él. Quitándome la expresión de su rostro de las pupilas, al bajar nuevamente la mirada. Prefiero no buscarla en él.

– Ya no puedo decidir.

– Puedes seguir amándola, más te aseguro que tu decisión no será la solución.

– La amo.

Las lágrimas no se dejaron contener, su cuerpo vino a mí para abrazarme, al cual no pude oponerme y me deje ir por el dolor que sentía mí alma.


– Te fuiste sin decírselo, y sin decirme que te marcharías así.

La lluvia seguía su curso, empapando las flores dejadas por el lejano amante y fiel amigo, junto al recuerdo del último encuentro y el secreto que en cada una de ellas quedo en el silencio.


FIN.


VIVIENDO

Todo está oscuro, no encuentro ni un rastro de luz. Voy andando a ciegas, pero mis pasos son seguros, creo que este escenario lo conozco muy bien. Voces poco legibles se encierran en la oscuridad como guías, y gobiernan mis pasos para sacarme de ella.
Mis pies y ojos dejan de buscar, cuando las voces se hacen mucho más claras, poniéndome frente a la escena de mi abuela y a mí recostada en su regazo. Observo como ella acaricia mi cabello, mientras tararea una tonada que siempre cantaba para hacerme dormir. Poco a poco me acerco a la imagen, y por un momento deseo estar en mi lugar. De pronto la niña hizo lo que yo quise, rodear a la anciana en un abrazo. Y con eso detuve mi andar. El canto se ha detenido, las caricias cesan y las miradas se cruzan. La niña ha dejado de serlo, y soy yo ahora la que me hallo viendo los profundos y cansados ojos cafés de mi abuela. Lloro al verla frente a mí y la vuelvo a abrazar.

– Te extrañe.
– Pero por qué si nunca me fui, me mantuviste con vida en tu corazón.

Regreso a ver sus ojos, pero desciendo los míos.

– Yo…
– Shhh… – Levanta mi rostro para seguir cruzando las miradas – No disculpes tu ausencia.
– Quisiera tener fuerzas, – Haciendo puños – pero siento como si se me escapan de las manos.
– Debes confiar en tu corazón – Con sus manos sujeta las mías deshaciendo la fuerza ejercida en ellas.

Mi alma se aleja de la dulzura de su mirada cuando en su rostro se expresa una sonrisa, en tanto limpiaba mis lágrimas. Estoy cambiando de escenario, vuelvo a la oscuridad, escucho otra voz, pero ésta ya no es la de mi abuela ni la mía.

–… Regresa…

Una luz llega a mis ojos. Mi visión está algo torpe, intento hablar pero la voz no aparece, tengo la garganta seca. Giro mi cabeza en la dirección de donde procedió la vocecilla; encontrándome con una cabellera negra apoyada sobre mi mano, que me sorprende no sentir su peso. Desesperadamente ordeno a mi cerebro dar movimiento a la mano que tiene sujeta mi celador. Creo lograrlo cuando un rostro se acerca al mío.

– Ángela – Mi nombre es pronunciado con desesperación.

Aún mi visión no enfoca y la voz no la hallo en mi cabeza; la cual se aleja para que aparezcan otros rostros y voces que me seguían siendo nada. Empezaron a revisarme y dan indicaciones a quien encontré a mi lado al despertar. ¿Elisa?, por fin un nombre vino a mi cerebro, estoy tomando conciencia de lo que me está rodeando. El desmayo, pero ¿cómo es que está aquí?, miles de incógnitas se albergan y no encuentran respuesta, pero me alegro ver el rostro de mi amiga a mi lado. Se le nota cansada, ha llorado, hay fragilidad en su rostro.
Uno de los ángeles blancos la saca de la habitación, quedándome en asistencia y cuidado de los dos restantes. Después de hallarme estabilizada y aumentar ligeramente la humedad de mi garganta se alejan para dejarme sola con la tenue oscuridad de la habitación. Pero ¿Dónde está? ¿Tengo que prepararme para sus reprimendas? Ah no, porque si es así ya puede ir regresando de donde vino… Maldita sea… ¿A dónde demonios se la han llevado?... – Elisa –...mi voz, ¡ya tengo voz!…está tan susurrante, así no creo poder llamarla. ¿Cuánto ha pasado? La puerta no se abre y la apenas corrida cortina de la ventana me muestra un cielo lleno de estrellas.

– Ángela.

El nombre llegó a mis oídos y una caricia surcando mi cabello hace que retroceda la mirada. Es mi primera petición, con los ojos inflamados por la pérdida de sueño y aumento de líquido. Le sonrío queriendo con eso disminuir el dolor de sus ojos.

– E…

La voz nuevamente casi pérdida es detenida no solo por la resequedad sino también por una de sus manos impidiendo delicadamente mis intentos.

– No te esfuerces – Dijo antes de buscar un algodón húmedo para humedecer al silencio, sin dejar de acariciarme el cabello.

Prefiero no seguir al silencio forzado y detener su mano auxiliante.

– Tiempo.
– Has estado dos días inconsciente.

Trago dificultosamente y pregunto con la mirada: “¿Cómo es que estás aquí?” Sus ojos fijos en los míos y la seguida respuesta a la muda pregunta me dieron a entender su rápido entendimiento.

– La persona que te auxilio me comunicó de tu desmayo e inmediatamente viaje y aquí me tienes desde tu primera noche en este hospital. No debiste hacer esa locura.

Regreso la mirada al cielo estrellado, antes de hablar.

– No tenía un sitio aquí…necesitaba encontrarme…esa fue la única manera de reconstruir un recuerdo que me regrese a casa.
– Que estupidez – Se acerca a la ventana, corre la cortina y me enfrenta molesta. – ¿Por qué?
– Ya te di el porqué.
– No me refiero a tu viaje en el tiempo.

Su ocurrencia hace que sonría un poco, hasta que sus seguidas palabras son expulsadas con brusquedad.

– ¿Porqué sonríes? ¿Acaso he dicho un chiste?
– No –. Le digo sin huir de su mirada.
– ¿Por qué me ocultaste tu enfermedad?
– ¿Debería habértelo dicho?
– Somos amigas o ¿no?
– Eternamente.

De repente me da la espalda, se acerca a la cortina que antes había cerrado y la abre para mirar fuera. Pero sé que no es para ver a las moles de concreto ni perderse en el firmamento, sino para ocultarme sus lágrimas que sé, intentan retener sus ojos. Quiero levantarme a consolarla pero mi estado impide hacerlo.

El silencio se torna desquiciante, necesito de ella, lo factible a regresarla es pedirle que vuelva a calmar mi sed.

– ¿Puedes darme agua por favor?

La voz es auxiliada, con su cuerpo en movimiento, dándome lo que requiero. A penas el líquido humedece las cuerdas, le digo lo que también deseo escuchar en su voz.

– Te amo.

Se me abalanza en un abrazo, susurrándome lo mismo, llorando, liberando por fin su dolor frente a mí. La fuerza que antes no tenía, la saque de donde mejor pude para ser su soporte, su consuelo en mis brazos. Acaricio su cabello. Su llanto me arrastra, sin palabras consolándonos en el llanto y en nuestros brazos.

He pasado una semana en este matadero, detesto los hospitales. Elisa no se ha desprendido de mí ni un instante, pero hoy se me escapó, justo cuando me dan de alta. Ya me estoy desesperando, si no viene me escapo. Me acerco a la ventana para ver al limpio cielo.

– Angie.

Volteo rápidamente, provocando un mareo, el que oculto sujetándome del marquillo de la ventana.

– ¡Por fin! – Me alejo de la ventana lentamente para sentarme en la cama – ¿Pensabas dejarme enclaustrada aquí?
– Solo fueron unos minutos – Frente a mí, colocando un mechón de mi cabello detrás de mí oído – Vayámonos de aquí.
– ¿A dónde iremos?
– ¿Quieres salir de este lugar o no?
– Por supuesto, si me llevas bajo un puente yo feliz.
– Ja, ja, ja…entonces vamos.
– Lo del puente es broma.
– Mmm… – Con una mano en la barbilla – Ya lo estaba considerando :-P

Sonriéndonos. Ambas cambiamos nuestras miradas a la puerta que se abre y que da paso a un enfermero con una silla de ruedas. Ocupe mi lugar y soy transportada por él, para que Elisa lleve un bolso que contenía algunas de mis pertenencias. Al estar ya fuera, soy conducida hasta un auto aparcado cerca a la puerta. Me levanto e ingreso a sentarme en el asiento del copiloto. Veo a mi amiga despedirse del enfermero, guardar el bolso en el asiento trasero y entrar al auto.

– Ahora donde nos lleve el viento.
– ¿Cómo que el viento? :-S
– Ja, ja, ja…Quita esa cara, ¿dónde quedo tu espíritu aventurero?
– En el hospital…:-P
– Ja, ja, ja

La travesía fuera del hospital se lleva en silencio. Miro conducir a Elisa, y el paraje que me muestra la velocidad del auto. Algo aburrida, enciendo la radio, buscando alguna estación agradable. Justo encuentro una canción que ya está avanzada, pero dejo su tonada seguir…“…Ecco come si finisce poi, inchiodati a una finestra noi, spettatori malinconici, di felicità impossibili...Tanti viaggi rimandati e già, valigie vuote da un'eternità...Quel dolore che non sai cos'è, solo lui non ti abbandonerà mai, oh mai!…”… Me quedo en silencio con la cabeza apoyada en el asiento, cierro mis ojos para disfrutar de la fuerza de su voz y la profundidad de la letra, pero me sorprendo con otra que quiere competir con la de la cantante… –…Te daría mi mirada para hacerte ver lo que quieras. La energía, la alegría para regalarte sonrisas. Di que si, siempre si, y podrás volar con mis alas…– Mi amiga me deleita con esa frase, la miro mientras busca frases exactas que cantar…–…Es tan bello abrazarte aquí, defenderte y luchar por ti…Y vestirte y peinarte así, y susurrarte no te rindas más…– Una de sus manos deja el volante para acariciar mi cabello y delinear parte de mi rostro, la simpleza de su caricia provoca que mis ojos se cierren y mi mano tome la de ella, al entrelazarlas, lleva mi mano a sus labios para besarla y sonreírme después.

– Prefiero a la cantante.
– ¬¬…No te vuelvo a cantar.
– Ay pero que sensible :-P
– ¬¬…:-P

Seguimos el camino, ya no en silencio, sino dejando que el resto de canciones que sintoniza la radio nos lleve en cada canción. No sé donde me lleva, pero no me importa, aunque el camino se me hace algo familiar.
El auto va disminuyendo su velocidad, hasta que se detiene, el lugar al que hemos llegado se ve solitario, pero no descuidado. Sigo observando desde dentro del auto, hasta que se abre la portezuela para que descienda.

– Llegamos a casa – Extiende su mano para ayudarme a bajar.

Bajo y me quedo observando la fachada. Al escuchar cerrar la puerta, siento sus brazos rodearme la cintura para atraerme hacía ella, y luego reposar su cabeza en mi hombro.

– Un pequeño viaje al pasado. ¿Te gusta?

No sé que responder, la imagen no llega a mi, estoy comenzando a olvidar. Es una casa antigua de madera, con una escalera de dos escalones que da paso al pórtico; el que contiene un banquillo en una esquina. He estado aquí antes.

– Entremos.

Tomadas de la mano ingresamos.

– No ha cambiado mucho. Los nuevos dueños se iban de viaje, y pues nos ofrecí cuidarla.
– A mi ni me preguntaste.
– Estaba segura que aceptarías. Además se supone que era una sorpresa y no podía hacerlo.

Recordé por fin donde estaba. La casa de mi abuela a mis ojos si que ha cambiado. Miro a mi acompañante que está más que feliz por darme esta sorpresa. Me acerco y la abrazo susurrándole al oído:

– Te quiero mucho. Gracias.

Sentada en el pórtico, con el fin del día desapareciendo. Repaso mis días aquí. Cuando nos instalamos, me sorprendí encontrar que el resto de mis pertenencias habían sido trasladadas y colocadas en la habitación que había ocupado de niña. Elisa también se ubico en el mismo cuarto, con una cama portátil; alegó que no quería ocupar otra habitación porque le daba miedo estar sola. Este recuerdo me hace sonreír.

– Una lira por tus pensamientos.

Sentada a mi lado mirando el mismo escenario. Coloca un brazo alrededor de mis hombros.

– ¿Qué dice Alex?
– ¿Esos son tus pensamientos?, no pago.
– Tonta… ¿Está bien?

Sin desviar la mirada. Siento la suya en el perfil de mi rostro.

– Cuando me vine lo estaba. Dice que me extraña.
– ¿Y, tú?
– No tanto como quisiera.

Nos miramos y ella me sonríe. Atrae mi cabeza para recostarla en su hombro, la besa y acaricia con la mejilla. En silencio se queda, en tanto nuestros ojos contemplan la muerte del sol, y su luz es remplazada por la de los faroles ubicados en ambos extremos de la puerta.

Otra noche se ha ido dejándome nuevos recuerdos que tal vez desaparezcan, pero que permanecerán en ella. Aún está dormida, sus ojos ya no se notan tan cansados; sin embargo se ven tristes, a pesar de estar cerrados no dejan de mostrar un ceño preocupado. Ahora que la veo, sigo pensando que esto no es justo para ella ni para mí, pero debo confiar en mi corazón y enseñarle ha hacer lo mismo. Hizo un mohín con la nariz :-) ¿qué estará soñando? – Que tus sueños sean siempre felices – Le susurro al viento para que los lleve a sus sueños. Me levanto despacio, para no despertarla, y dirijo mis pasos al servicio. Me veo al espejo, mi rostro está tan pálido, sonrío y hasta ella no tiene encanto. ¿Otra vez los mareos? Oh por Díos no.

– ¿An?

Siento unas manos tomar mi cuerpo en auxilio, las que supongo son acompañadas por una voz llena de temores, pero no puedo contestar porque mi boca está ocupada en el retrete.

– Pasará… – Recoge mi cabello y frota mi espalda – tranquila…solo…solo…maldición creo que es mejor ir al hospital.

Al decir la palabra mágica me repuse, de ninguna manera iba a regresar a ese lugar.

– No.
– Los vómitos se están volviendo más frecuentes, y los dolores de cabeza ya no te dejan dormir.

Ayuda a incorporarme para poder sentarme.

– Solo hay que aumentar la dosis.

Sale para ir por las pastillas, en tanto lavo mi rostro.

– Ya lo hemos hecho. No seas terca. Aunque no quieras te llevaré a rastras.

Ingiero los medicamentos.

– ¿Para qué? ¿Crees que en una cama de hospital llena de agujas hará que me recupere? – La enfrento cansada.
– Por lo menos te ayudarán a…
– ¿A qué? ¿Mantenerme con vida?

Se arrodilla para asir mis manos y con su voz casi quebrantada y ojos dolidos me dice:

– No me hagas esto…
– No lo hagas tú conmigo…– Elimino una de mis manos de su agarre y acaricio su mejilla – No esperes que la aguarde ahí.

Desciende su rostro resignado y lo deja descansar en mi regazo sollozando.

– No es justo… ¿Por qué tú, y no yo?…Le dije que iba hacer buena, o acaso mis palabras no valen nada para él.
– No digas eso.
– ¡Porqué no!, cumplí con mi promesa y él ya no quiere cumplir con la suya.

Se aleja de mí sin modos de entender. La sigo al cuarto y la veo sentada en mi cama con los brazos apoyados en sus rodillas y las manos sujetando su cabeza.

– Elisa, escúchame, las cosas no son así.

Parada frente a ella. Me mira llorosa.

– ¿En qué me he equivocado?
– En nada, no te has equivocado en nada…las cosas son así, todo tiene un inicio y un final…
– No todo lo tiene.
– La vida si.

Se levanta furiosa.

– ¡Entonces por qué carajos nos da la vida si después nos la va a quitar!
– Solo nos queda aceptarlo.
– Si, ya lo veo…tan resignada estás que no luchas por vivir…te dejas morir… ¿Por qué?
– Si lo hago.
– ¿Entonces por qué no vienes conmigo al hospital?
– Estoy luchando por mantenerme aquí contigo, viviendo cada instante por ti, porque lo necesito…– la miro con los ojos llenos de lágrimas – Elisa yo lo acepte ¿por qué tu no?

Me quedo sola en la habitación sin respuestas, escucho el motor del auto y los neumáticos rechinar por la presión de la velocidad ejercida en ellos.

Aunque no queramos nuestros deseos se están debatiendo con nuestras aceptaciones, y eso ya de por si empeora las cosas. ¿En qué y en quién creer cuando te enfunda el reto del perdón?: ¿A la vida por darnos sufrimientos cuando nos supo regalar alegría, a la muerte por cortarnos lo que hubiera podido venir después, y a Díos por poner el límite? La respuesta no es perdonar a Dios, ni a la vida ni a la muerte, es perdonarme a mi misma por dejar entrar al miedo, perder la fuerza y la aceptación que siempre declaré sin temor. No porque no halla sido feliz en algún momento sino porque es la ley natural del existir; nada es eterno, y es más fácil empezar a entenderlo cuando se es una niña. Ver poco a poco apagarse la vida, a lo que más quieres extinguirse como la vela de un altar. Así vi y supe que la muerte existía, cuando me alejó de mi padre, junto a la perdida de la fuerza y ganas de vivir de mi madre. Ahora sé lo que tal vez vivió mi padre y temo que lo de mi madre se repita en ella.

El tiempo se me pasó en los vagos recuerdos de mi pasado, mi memoria ya no es tan buena como antes, algunos recuerdos se han esfumado en el aire, pero como al más delicioso de los perfumes los he rebuscado desesperada en la tienda que resguarda a los de Elisa. Ella me los regala manteniendo su aroma en mi piel; es tan exquisito tenerlos de regreso, me hacen saber que aún existo.
Y con esa fuerza de recuerdos y sentido de un cuerpo junto al mío en el lecho, mis ojos toman conciencia de la realidad que me rodea. La esencia de los recuerdos llega a mis sentidos para complacerme en la franqueza de sus ojos detallando los míos, el aroma de su piel al acariciar mi rostro y la melodía de su voz zambulléndose en la caracola de mis oídos, cuando salió de entre sus delgados labios.

– ¿Qué haré sin ti?
– Vivir.
– ¿Cómo, si no estás?
– Aún sigo aquí.

Acaricio su mejilla al ver una lágrima resbalar por la curvatura de su nariz y caer como una pequeña gota de agua sobre la almohada.

– Mi cuerpo no estará aquí, pero mi alma estará siempre contigo si me mantienes con vida aquí.

Coloco la mano que antes acariciaba su rostro y la poso sobre el motor de sus latidos. Ella también coloca su mano sobre la mía, se acerca un poco más e instala un beso sobre mi frente y mirándome después, tragando un poco para que su voz no falle.

– En mi corazón has estado y estarás siempre.
– Eres una mentirosa – Sonriéndole.
– :-S
– Ahora dices eso, y por qué antes preguntaste el cómo vivirías si no estaba. – Sonrió – Así.
– ¿Qué?
– No dejes de sonreír, mantenla siempre.
– :-)
– Eli, quiero que me lo prometas.
– Lo haré.
– :-) Aparte de eso.
– No entiendo.
– No hagas lo que hizo mi madre, prométeme que vivirás, que no me seguirás.

Sus ojos se cierran y el silencio los acompaña. Espero su meditación paciente. Parece dormida. A pesar de que están pasando minutos estos me parecen horas. Su meditación me niega con sus parpados, pero sé que tras ellos me encuentro. Creo que es mejor ayudarla a salir del encierro.

– Eres fuerte, no tienes porque olvidarlo – limpio su rostro de sus lacios cabellos que también me la quisieron ocultar – mírame, no me niegues tus ojos.
– No lo hago, sólo intento pincelarte tras ellos.
– Tienes miedo que los recuerdos no basten y yo temo que ellos te maten.
– No lo harán.
– Prométemelo entonces, porque tus ojos me dicen que si.
– Si crees tener la respuesta, para qué la quieres hablada.
– Porque la necesito.
– ¿Necesitas que te mienta? o ¿qué te repita lo que ves? – mí silencio no le da respuestas – Yo no tengo por quién seguir.
– Por ti, por quienes te aman.
– No me importan.
– No dejes que mi alma muera contigo, que nos perdamos y no podamos encontrarnos una vez más.

Su mirada se queda fija en la mía, suplicando una nueva promesa, hasta que el silencio se parte en sus labios.

– Será difícil, pero lo intentare, eso te puedo prometer por ahora…intentarlo.

Los días han sido difíciles. Mis limitaciones cada día se acrecientan y me vuelven casi inútil, pero ella siempre aquí, mi última y primera imagen con la cual despierto y duermo tras mis ojos. Ambas viviendo al máximo cada instante, cambiando lágrimas por sonrisas y flaquezas por fortalezas.

– Eli.

Su voz surcó mis oídos y sus brazos me aferran más con sus caricias para hacerme sentir su presencia y confort.

– Aquí estoy.
– ¿Siempre?
– Sí.

Me gusta su recuperada confianza junto a la mía, más porque sabe que no la dejaré sola.

– ¿Y, yo?
– También ^_^

El amanecer que nos cerca con su nacimiento en el lejano horizonte, tan bello y perfecto, provoca que me deje llevar por él. Y en el regalo de su cuerpo calentando el mío, dejo descender a mi alma suspirando al hacerse una con la de ella. La dulzura de su voz me saca de la exquisita sensación para relatarme una extraña narración de las almas gemelas, el cómo enreda nuestras almas sin ángulo de separación, me lleva anhelante a esconderme entre sus brazos del tiempo; y entre ellos, creer en la igualdad de las almas, en el destino y no dejar a las casualidades como lo son; acoplarle al destino otro a pesar de su prediseño y forjar uno que me mantenga por siempre con la razón de mi vida.
Ya los colores traslucidos del amanecer están rozando nuestra piel; llenándome con un día más de vida, sin el miedo de irme y dejar todo a la suerte para ella. Aprendimos juntas a aceptar lo que nos tocó vivir, y los que nos espera aún por venir, porque nuestras almas se unirán otra vez, como su relato, almas consignadas a unirse tiempo tras tiempo, y reconociéndonos de entre nuestros afines tras la eternidad de ellas, para mantenernos unidas a pesar de la distancia. Y para reafirmar que no nos importa lo que en cualquier momento puede llegar, su voz otra vez me llama para dictarnos la última promesa.

– Siempre estaremos juntas. Te llevaré conmigo a donde vaya.
– Y yo te mantendré conmigo en donde esté.

…FIN.



NADA VOLVERÁ COMO ANTES

Con la neblina cayendo sobre mi rostro y mis parpados cerrados, aspiro el frío helado del aire otoñal. La mera sensación me provoca una sonrisa al recordar cuanto me gusta esta época del año. Ajustándome un poco más la casaca que me cubre, empiezo a caminar hacia las puertas vidriadas de la estación con su aire temperado… “The passengers of the flight 253 going to New York serve you to approach for the door 2, thank you…” La operadora ya empezó a anunciar el próximo vuelo. Este sitio está atestado. Parece que todo mundo está contra el tiempo; hasta la vida de un pequeño corre a la de sus padres… “Hola”…la inocencia de un niño, saludar a una perfecta extraña sin temores. Sólo atino a devolverle el saludo sonriéndole antes de que sus padres lo arrastrasen hasta la puerta de embarque. Me quedo observando al pequeño, con el pensamiento de querer volver a ser una niña; con su inocencia y despreocupación de la vida, sin cuentas que pagar, sin pensar en lo que vendrá mañana o si se equivocan o no. Todo está tendido a aprender. Con mis pensamientos, emprendo nuevamente mi camino. Ya con el resto del equipaje me dirijo a otro escenario mucho más grande. Más mecánico y con poca inocencia.

– Tassì.
– Buon giorno, signorina. Dove la porto?
– Buon giorno, all’albergo San Patrizio, per favore.
– Bene.

La ciudad ha cambiado tanto desde la última vez. La locutora de radio acaba de anunciar la hora, con la cual ajusto mi reloj. Me pierdo en las imágenes tras la ventana del auto, dejando que mis pensamientos empiecen a viajar en retroceso, pero nuevamente la comunicadora toma mi atención; la melodía que está anunciando no la pensé volver a escuchar. Últimamente el pasado se detiene frente a mí, con cada palabra, acción, gesto o inclusive una canción…“…Il fiore nel giardino segna il tempo, qui disegnero il giorno poi del tuo ritorno...”... Ligeramente resbalo mi cuerpo hasta colocar mi cabeza en el respaldar del asiento, dejándome envolver por el tenor… “...qui ti aspettero, e rubero i baci al tempo, tempo che non basta a cancellare coi ricordi, il desiderio che resta chiuso nelle mani...” ....Carlos…su nombre llega como si me reclamara atención. Ha pasado tanto desde que terminamos. En este momento hade estar enredado y protegido entre sus sábanas o tal vez entre los brazos de una nueva compañera…Giro mi cabeza para ver nuevamente el correr de las calles por la ventanilla, como cambiando la imagen que prefiero no acoplarle. ¿Celos tal vez?...

– Abbiamo arrivato, Signorina.

Desciendo del auto, pago y agradezco al conductor por su servicio. Levanto la mirada al hotel frente a mí, su aspecto antiguo me recuerda a la casa de mi abuela, que si no fuera por el gran letrero diría que he regresado a casa. Ingreso al hospicio pero me doy con la realidad, la anciana tras la recepción no es mi abuela y la niña que baja corriendo las escaleras no es Elisa.
Ya en mi habitación, dejo a un lado las maletas y me tiro por completo en la cama. Cierro mis ojos y empieza otra tonada.

– Hola Eli.
– Buon giorno, Segnorina. Come ti fu nella volata?
– Bene, tutto tranquillo.
– Volviendo al español… ¿ya me extrañas?
– No.
– Que mentirosa, tu nariz ya llegó a tocar mi puerta.
– Ja, ja, ja… ¿No deberías estar durmiendo?
– ¿No recuerdas que trabajo?
– ¿Cuánto tienes?
– Me que…espera un momento…“…Dejaré que pase el viento cerca de mi soledad a llevar mis pensamientos a la orilla donde tú estás, sin tu amor no hay calma, sin tu amor no hay dirección a dónde ir…"…

Escucho de fondo parte de la canción que tocaba su frecuencia, hasta que su ausencia reclamó la voz de la locutora. Definitivamente, la suave voz de mi amiga encanta a los oyentes; con la que se propuso deleitarme volviendo a darme atención.

– ¿Demore mucho?
– Nad.
– ¿En qué nos quedamos?... ah si…ya nada, ahora soy toda tuya.
– ¿Ah si?
– Por supuesto, ¿necesitas algo de mí? ….Habla, recuerda que se incluyen las propuestas indecentes…ja, ja, ja.
– Ja, ja, ja…estás loca. ¿Qué diría Alex de esto?
– Nada. No tiene porque saberlo, todo queda entre nosotras.
– Definitivamente te faltan tornillos.
– Ya lo sé, pero conste que me entrego por completo y en exclusiva…ja, ja, ja, ja…
– Ja, ja, ja, ja…
– ¿Cómo has estado, cuerda?
– Bien. Han sido sólo unas horas desde que te dejé, así que no creo que deba haber mucho cambio.
– En parte. La ciudad tiene que haber cambiado mucho. Desde que decidimos perder nuestros pasos cuando murió la abuela, no somos más que extrañas en nuestro propio país.
– Si, puede ser.
– ¿Qué piensas hacer en todo el día?
– Mmm…– miro las valijas y el día tras la ventana – Descansaré un poco, y si me alcanza el día iré a visitar a la abuela, entre otras cosas.
– Llévale unas flores de mi parte.
– Ok, ¿algo más?
– Mmm…dile que la extraño tanto como yo a ti ahora. Eys, te dejo ya, tengo algo de sueño, y todavía me falta conducir a casa.
– Cuidado de dormirte en el auto, eh
– Ja, ja, ja…no te preocupes. Cuídate. Un abrazote a la distancia.
– También cuídate. Igual un abrazo.
– Gracias…
– Elisa.
– Dime.
– También te extraño.
– Io lo sapevo già…A prego.
– Che sogni con gli angelini. Arrivederci.
– ¿Conmigo?...Ja, ja, ja, ja....nad…haber si se aparecen.

La voz tras el auricular se esfumo, dejándome nuevamente en la soledad de la habitación. Dejo a un lado el teléfono y miro la hora en mi reloj de pulso. Es temprano. Observo el cuarto, y con un leve suspiro levanto mi visión al techo, giro mi cuerpo, acurrucándome y dejando que el sueño venga tranquilo a mi cansado cuerpo.

Parece que buscarla no va hacer tan fácil, o eso creo, porque de pronto el camino se hace nada y los trechos me son conocidos. Guiada por los recuerdos del último día de mi despedida. Me encuentro ya frente a ella; veo el descuido de mi abandono y lo elimino con lo poco que conseguí traer para hacerlo. El apenas visible grabado me reclama su evidente regalo. Ya sentada. Comienzo la charla con parte de lo más preciado de mi vida.

– ¿Cómo has estado?… :-) Lamento haberme ido y faltado así. Ha pasado tanto…– Descuidadamente alejo el mirar para grabar el entorno, y luego regresarlo a ella –… Te he extrañado…sabes, ahora más que nada necesito que estés aquí; escuchar tu cansina voz reprendiendo mis errores, tus improvisados abrazos… ¿Recuerdas como mamá quedaba estupefacta cuando recibía una muestra de tu cariño?, siempre lo dabas cuando más lo necesitaban y menos lo esperaban :-) – Acariciando la placa siento caer una gota de agua sobre el dorso de la mano. Creo que va ha llover. Levanto la mirada al claro cielo, de pronto otra recorriendo mi mejilla, no es el llanto del cielo el que me acaricia, sino el mío propio –…Nonna necesito que vuelvas a enseñarme ser fuerte – Descanso mi cuerpo y alma en la dura lápida, que tanto deseo sea su regazo –…No sé si mi decisión ha sido la correcta, pero creo que es mejor así. Por desgracia el tiempo no tiene retroceso, te quedas con lo que obtuviste de él, y los recuerdos son las huellas que indican lo vivido – suspiro dejando correr mis lágrimas –…Per che te ne andaste lontano?…

Otra noche terminó, pero el dolor no se fue con ella. El apenas nuevo día se asoma por la ventana, parece que la mañana será fría, arropándome mejor en la cama, mis ojos empiezan soñolientos a fijarse en la ventana que está empañada por la neblina. Y así con la visión medio nublosa, empiezo a ceder al sueño que nuevamente me envuelve…– No te vayas, quédate conmigo, te necesito aquí junto a mí. No quiero. Por favor no me dejes…– Abro los ojos de golpe, mi respiración está algo agitada, las lágrimas se confunden con el sudor – Dios – me abrazo a la almohada que descansa a mi lado, dejo que mis emociones sigan hasta estabilizar mi alma y cuerpo. – Elisa – con su nombre vino el sonido del teléfono; no estoy segura en contestar, temo que descubra algo en mi voz. Pero la insistencia gano.

– Eyyy... ¿estás bien?

Demoro dudosa.

– Si, ¿por qué lo preguntas?
– Como no contestabas, pensé que te pasaba algo. ¿Todo bien, entonces?
– Si. Estaba soñando, era el quinto y lo interrumpiste.
– Hade haber sido importante, como para que te moleste la interrupción.
– ¿Celosa?
– ¿Por un sueño? …no, como dice Freud “los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos”
– ¬¬ Siempre arruinando las idealizaciones.
– Por cierto ¿no es muy tarde como para que sigas entre las sábanas?
– ¿Qué, ahora controlas mis despertares?
– Que yo recuerde, siempre te he servido de despertador.
– Auchs, eso dio bajo.
– Ja, ja, ja…
– :-) Igual te quiero.
– Yo también. Un momento, entra otra llamada…

Eso le dio algo de receso a mi alma. Ya liberando la tensión por el sueño. Con mi mano libre presiono el entrecejo; parece que el dolor de cabeza no paró con el descanso, cuándo acabaran, quisiera que ya no existieran.

– Angie.
– Aquí estoy.
– Perdona. Era Alex, te manda saludos, nos reuniremos para almorzar y quería confirmar.
– Ah, gracias por los saludos, se los retribuyes. Te dejo. Tengo que salir.
– Vaya, ahora eres tú la que corta primero…está bien… es muy importante la cita para el corte…
– Puede que si. Necesito revisar algunas cosas antes de que se vaya el día.
– Ah, claro, y lo estás perdiendo aquí conmigo.
– No puedo creer que quieras iniciar una discusión.
– No lo hago, ambas tenemos citas, así que será mejor colgar, espero te vaya bien. Adiós.
– E…

Se me quedaron las palabras. Me cortó, eso aumento más el dolor de cabeza, tiro el celular en la cama y me levanto de golpe, esto provocó un mareo, incitándome a sentar – Puñetera vida – Respiro hondo y esta vez me levanto despacio para dirigirme al baño y preparar mi salida.
Al salir del cuarto de baño, después de una refrescante ducha, que por fortuna ayudo a disminuir un poco el dolor de cabeza. Escucho al celular en la cama, que chillaba anunciando el contenido de un mensaje: “Perdón. Te me cuidas. Te quiero. Eli”. Le sonrío a la pequeña pantalla y le respondo.

Ya llevo unas semanas aquí, y no es nada fácil. La brisa se está tornando más fría conforme se pierde el día en el horizonte. Hay poca gente en las calles, los parques parecen casi desiertos. No me importa mucho ya que prefiero caminar sin tanta gente a mí alrededor con la cual pueda tropezarme.
Mis pasos siguen sin tener un sitio específico al cual dirigirse. Entre tanta caminata, mi travesía me puso frente a un cartel bien conocido por mí, sonrío, no pensé volver a encontrar esta cafetería. Ingreso al local, tomo asiento en una de las tantas mesillas de la esquina con vista a la calle, la cual me pierdo de ver cuando mi vista recorre el local con detalle, si que había cambiado. Fui interrumpida cuando una chica amablemente se presentó, preguntándome si deseo consumir algo. Le pido un cappuccino rápidamente, para que mi visión siga recorriendo la estancia. Espero a todas luces hablar con Riccardo, el dueño de este pequeño café, así que espero paciente a que la muchacha regrese para preguntarle. Riccardo había sido como un segundo padre para mí. Siempre que tenía tiempo me daba una vuelta por aquí. Su hija Beatrice lo ayudaba algunas veces en la atención, pero no la veo por ningún lado, y si la veré, lo más seguro es que a estás alturas ya esté casada y los que vengan a colaborar sean sus hijos. De todos modos esperaré tranquila mi pedido.

– Quì stà il suo cappuccino. Prendi altra cosa?
– Non, basta così, grazie... Ehmm...Scusi, per favore, può dimmi, dov’è Riccardo?
– o.0^ Riccardo?
– Se, il padrone di questo.
– Ahhh...non lo so, io sono nuova quì. Ma non si chiama Riccardo, bensi Bernardo.
– Oh...l’ha venduto.
– Scusi?
– Non…Scusi a me…mmm…Grazie per tutto.
– :-) Non c’è di che.

Al parecer los cambios fueron muchos, ya no encuentro sitio, mi sitio, parece que desde que partí todo siguió su curso, sin esperar siquiera mi retorno. – ¿Y qué esperabas Angie?... ¿Qué el tiempo se detuviera para ti? – dejo de hablar con la taza de café, cuando al alzar la mirada, un hombre de la barra me observaba extrañado. Prefiero no hacerle caso a lo ocurrido, para ahora enfocarme en la céntrica calle. La noche se está tornando espesa, apareciendo con gruesas gotas de agua cayendo sobre el ventanal. – Madonna Santa – Esto me hace tomar apresuradamente la bebida. Saco algo de dinero del bolsillo y lo dejo en la mesa.
Al estar fuera, con el lamento del cielo cayendo sobre mi, pierdo la urgencia de refugiarme. Dejándome disfrutar de la sensación de la lluvia en mi rostro, al alzarlo al nublado cielo, son tan fríos sus golpecillos. Ya había pasado tiempo desde que no me deleitaba de esta sensación. Caminar bajo la lluvia, sin protegerme de nada, libre como el viento que sopla junto a la fuerza del agua. Extiendo mis brazos a medio camino de mi andar, sin miedo a lo que pueda pasar, tan solo regodeándome en esa libertad, liberando a mi alma del peso de mis pensamientos, limpiándola, dejándola escapar del dolor de mi corazón. Por un momento sentí la opresión. Abro los ojos para enfrentarlos al cielo, pero las pequeñas lunillas que cubren mi mirar lo retaban a entrar a mi alma, así que sonrío dándole lo que deseaba, me quito las gafas para darle entrada a mis ojos, los que cierro de golpe pero sin bajar el ciego mirar. Entreabro los labios, para saborear el dulce llanto, suspiro profundo y lentamente desciendo los brazos; miro el largo camino que me queda para llegar a mi refugio, sonrío y vuelvo a proteger los ojos.

Ya en el hotel, secándome el cabello, sigo observando la lluvia golpear el pavimento y movilizar con prontitud a todo aquel que estaba debajo de ella. De pronto recordé mi cuerpo anteriormente bajo la lluvia; hasta que su infantil voz vino a mí.

– ¡An, ven!
– ¡Elisa regresa, te estás mojando!
– ¡Rápido!
– La abuela se molestará.
– No me importa, ven siente el agua… – con los brazos extendidos me llamaba a su lado – ¡Ángela!
– ¡Te enfermaras!

Mis palabras eran inútiles para ella, extendía los brazos y giraba con la cabeza mirando al lluvioso cielo sin dejar de pronunciar mi nombre. Sonreía a su travesura y también la hice mía. Corrí a ella, aunque con temor a las reprimendas, tomé sus manos y comencé a saltar, girar y reír junto a ella. Ese día fue el primero bajo la lluvia y el día en que mis palabras se voltearon; yo enfermé gravemente, ella se culpó por eso, estuvo a mi lado siempre, no me dejaba en ningún momento. También fue la primera vez que la escuché prometer algo.

– Por favor cúrala…si lo haces prometo ser buena y no volver a jugar en la lluvia…la cuidaré siempre…pero por favor no la apartes de mí.

Sentía sus lágrimas calientes sobre mi mano asida entre las suyas.

– ¿Eli?
– Aquí estoy…
– ¿Moriré?
– No, te quedarás conmigo, yo te cuidaré. – Se acercó para colocar un beso en mi frente y susurrarme – Nadie te apartará de mí, ni siquiera la abuela.
– ¿Crees que lo haga?
– No, pero por si acaso. Ya se lo advertí.
– Tengo frío.

Buscó otra manta, subió a la cama y me abrazó para abrigarme más.

– ¿Ya no tienes frío?
– No…tengo sueño.
– Duerme, estaré aquí cuando despiertes.

Y así, aquella vez, su voz se escondió conmigo en los sueños. Y claro en cada despertar, por eso agarró la costumbre de llamarme antes que apunte el alba, ya que sabe que no puede despertar conmigo por nuestras propias independencias.
Miro la hora y al celular que está sobre la mesa de noche, me abrigo entre las sábanas y con la tenue luz marco para poder escuchar la voz infantil ya hecha mujer.

– ¿Angie?
– Hola :-).
– ¿Pasa algo?
– ¿Acaso no puedo llamarte?
– ¡Claro que si!...espera un toque…

Escucho tintineo de llaves y forcejeos. Sin embargo aguardo silenciosa el regreso de su voz.

– Me atrapaste justo abriendo la puerta.
– ¿No abría?
– No encontraba las llaves, y casi se me hace la difícil. Haber dime ¿A qué debo el privilegio?
– ¬¬ Como si nunca te hubiera llamado.
– Tampoco he querido decir eso. ¿Ha pasado algo?
– No, bueno si…Baile bajo la lluvia…Ja, ja, ja…
– o.0^ ¡¿Qué?!
– En realidad no baile, sólo me remojé un poco…
– ¿Quién te dio permiso para hacer eso?
– ¿Cómo que permiso?
– Recuerdas lo que paso cuando hiciste lo mismo.
– Que yo recuerde fuiste tu la que me incitó.
– Pero yo no fui la que se enfermó.
– Creo que no debí llamarte, últimamente solo peleamos.

Preferí dejar la voz en el silencio y cortarle. Dejo el celular a un lado y me cubro totalmente, para reducir su insistente sonido que pide ser atendido. Mientras siento que el dolor llegaba presionando mis sentidos, tanto que hace insoportable el chillido, provocando que lo elimine, apagándolo sin importarme quien está detrás de él.

El día trajo consigo el mismo dolor aunado a otras dolencias más. Siento escalofríos. – Joder – Presiono mi cabeza con las manos, intentando disminuir el dolor sin éxito a los estremecimientos. – Tengo que salir de aquí y buscar algo para esto. – levantándome con dificultad. Me visto lo mejor que puedo y salgo.

Llegando a la primera farmacia que encuentro pido algún medicamento, y en la espera enciendo el celular, para darme de golpe con el registro de las llamadas perdidas.

– Signorina, la sua pastiglia.
– Ah…Grazie…per favore puoì darmmi un po’ d’aqua.

Después de tomar el medicamento, intento regresar al hotel pero mis pisadas se tornaron flácidas, mi garganta se seco y la visión también se me dificultó. Me afianzo a la pared como buscando algo de apoyo, hasta que un sonido conocido para mis oídos llegó de un lado que no logro enfocar. Mis manos inútilmente buscan en los bolsillos para por fin ponerme frente a una pantallita relampagueante que se hacia uno con el sonido. Pulso unos de los botones para que otro sonido salga de él.

– Angie…

Deseo responder pero las palabras no salen. Mi cuerpo pierde fuerza y poco a poco me siento resbalar.

…Fin.

domingo, 16 de noviembre de 2008



Un loquerio total!!!...Las horas pasaron como debieron, ni corriendo ni tomando pasos lentos de agobio, simplemente paso. El día terminó y yo con una consulta resuelta: "hice algo de provecho para mi desarrollo personal??"...respuesta: no, por más intentos no lo pude hacer; aunque, puede que cuente en algo una pequeña observación que le hice a un veterano investigador de la que hoy formo parte, si bien, no es un fuerte gramo de alivio, queda en palabras de consuelo mal consoladas. Ahora me pregunto: qué demonios he dicho sobre el consuelo??...Vale, puedo escribir pavadas (con respeto a las aves), pero es lo que hoy se me ocurrió. Y en fin, a que tanta palabreja sin idea alguna??? pues que hoy tuve la gran idea de ser parte de una exposición fotográfica, de una colección de fotos sobre las replicas de los relieves de La casa del centro o Nik-an, más conocido como Tschudi. Si bien la denominación actual es un lío para los desentendidos, tiene un significado que a mi parecer es sino una maravilla el mejor. Para los menos entendidos uno de los conjuntos amurallados del complejo arqueológico Chan Chan, la ciudadela de barro más grande en Perú y el mundo. Esto es sólo un pequeño alcance de datos, sin ánimos o desánimos de presunción. Como iba diciendo, la organización para la que trabajo se encuentra de aniversario y una de las actividades es la apertura de un espacio fotográfico, de la que como trabajadores tenemos que formar parte, y en mi caso al igual que de otros compañeros, es de ser guia de la muestra. Claro que, para mí, un martirio total. Al final salí. Solo dejaba que ingresaran e hicieran solos su recorrido. Juro que lo intente, pero no me salían las palabras, por más segura que estuviera de ellas, no salían, por lo menos pude darles la bienvenida. Cuenta, no?? En realidad soy mala para eso, la gente casi me enferma o busco que lo hagan..:S...en definitiva no la pase del todo bien.

sábado, 8 de noviembre de 2008


Un video que me hace preguntar: cómo olvidar a alguien si no sale de tu cabeza??...Tal vez sea una de las personas que no olvidan fácilmente, quiero creer que es una bendición…Por otro lado, por qué olvidar, si es lo que menos quiero??. Ahora les doy un consejo, o tómenlo como quieran, ya que no es algo que tienen que terminar haciendo. Antes de decirle a una persona que te olvide, piénsalo muy bien.

lunes, 3 de noviembre de 2008


Una vez me dijeron que en mi rostro figuraba tristeza, me preguntaron el clásico:"estás bien? te veo triste" yo sólo sonreí y preferí ausentar respuestas...No sé si fue suerte o no, el que el casi inquisidor decidiera consultar de otros temas a quien se hallaba a mi lado. Sus palabras si bien me causaron algo de sorpresa, hicieron que me sintiera triste, y de pronto intentara enmascarar las huellas de melancolía que figuraban en mí. Porque no negaré que en ese momento sus observaciones no fueron equivocadas. La lectura de mis propias palabras de despedida hace muchos años atrás, minutos antes, hicieron que me pusiera triste. Me recordó que las despedidas duelen. Y bien, a que tanto rollo de lo que me dijeron o dejaron de decir, pues a las mascaras que a veces nos ponemos para disimular las cosas, para evitar el daño dizque a los demás, cuando en verdad nos lo hacemos nosotros mismos, el creer que hacemos bien cuando estamos mal. Yo soy de las personas que se encierran en si mismo, demasiado, es bien extraño que logre salir de mi lobredad, lo malo es que cuando lo hago no encuentro a nadie a mi lado, o creen que soy yo la que no quiero ver??...