domingo, 30 de noviembre de 2008




ABRIENDO EL CORAZÓN

Te fuiste en un amanecer, viendo el sol nacer al horizonte y tu muriendo tras de él. Mi corazón poco a poco sangraba por el dolor de perderte y mi alma gritaba y sollozaba dentro de mí, sin saber como atrapar a la tuya en cada segundo que empezabas tu partida. Cuando tus ojos tristes quitaron la visión resplandeciente y te fijaste en los míos, sonreíste, acariciaste mi rostro, y tus labios susurraron un doloroso te amo, cerrando tus ojos, te perdiste en ese sueño eterno que no encontraba mi compañía. Te abrace más fuerte y lloré, lloré sin dejar que el sol acaricie mi rostro, provoqué que el cielo se cerrara con mi dolor, empezando a nublarse y dejando que una calida llovizna caiga sobre nuestros cuerpos, te protegí, aún ahí te protegí, no quería que nada te toque más que mi cuerpo. Le grité al cielo mi sufrimiento, le dije a ese Dios que te llevaba, que ahí iba ese ángel que tocó tierra y no perdió sus alas cuando se mezcló con los mortales como yo, esa eras tú, mi Ángela, mi cielo y tierra.

Por fin descansas del sufrimiento heredado de tu padre. Ya tú lucha terminó, ahora empieza la mía por seguir la vida sin ti, sin mi mejor amiga; no habrá nada que te reemplace en mi corazón, en mi alma y en esta vida; sé que nos volveremos a ver, que ese amor que nos unía lo volverá a hacer, unirnos en la siguiente. En el camino más corto de mis necesidades, mis sueños, y el más largo, en mi muerte. En ellos y en ese momento nos hallaremos y uniremos, dejando que nuestro amor nos acompañe en la eternidad.


– Elisa, ¿vamos?... Parece que lloverá otra vez.

La voz que me aleja de mis pensamientos, colocó una de sus manos sobre mi brazo, como queriendo que me fije de su presencia. No quito mi visión de la lápida que inscribe tu nombre. Suspiro profundamente cuando una lágrima se deja caer de mis ojos cubiertos por las gafas oscuras. Y me permito darle cuerpo ante ellos a esa voz. Me sonrió, con su mirada fija en la cubierta de la mía. Sus ojos me hacen recordarte, su sonrisa nuevamente amarte, encontrarte en él fue y será mi consuelo ahora que no estás.

– Amor, vamos a casa.

Suspiro interiormente ante esa declaración. Amor, palabra tan pequeña, pero que con las vocales y consonantes perfectamente acopladas expresan la grandeza de su significado. El te amo que pronunciaron tus labios, que hondamente atravesaron mi corazón y mente, grabándose siempre como un hermoso tatuaje que nunca paso del azul de nuestra amistad y del que además hubiera preferido se tiña con el rojo de mi pasión.

Sus brazos ahora han atrapado mi cuerpo, me acopla al suyo para darme su calor, consuelo, seguridad, fuerza y amor. Me aferro a todo ese conjunto, dejándome llevar nuevamente al recuerdo de ese día, cuando la calidez de tu cuerpo no se perdía con la frialdad de la muerte que te abrazaba, mis labios acariciaron los tuyos en un beso que nunca te di, y que ese día me atreví a robarles. Que más me hubiera gustado tener una correspondencia, el contacto de mis labios a los tuyos, la mezclas de nuestros alientos acariciando cada rincón de tu boca y la mía, junto al galanteo de los cuerpos en la sensación. Siento un frío recorrerme y atravesar mi cuerpo enteramente, ya no te siento aquí, las declaraciones que profesa ahora en tu muerte mi corazón, me llenan de un escalofrió provocado por mis pensamientos. Y ¿si es aberración o rechazo lo que estoy sintiendo de ti?, si es así, no te pido perdón porque es lo que siente mi corazón, lo que siento yo. No te culparé si ahora nuestra promesa se rompe, solo recuerda que yo la mantendré.

– ¿Estás bien?

Mis ojos me cerraron su voz en tu nombre, aún con las lágrimas cayendo de ellos, y mi voz tomando fuerzas para contestar.

– Vamos a casa.

Al emprender el andar, las lágrimas del consuelo acarician nuestros cuerpos y pasos en el asfalto. Alejándome de tu frialdad, me dejo reconfortar de su calor junto al candor liberado del corazón que le recuerda a mi mente: “Te llevaré conmigo en donde esté”.

Las horas siguen sin paso corto, y él que no me regala su presencia. A veces me pregunto cómo es que la amistad cambia tanto, para llegar a la necesidad de un reemplazo, tanto es el secreto que se debe guardar en otra caja para no perturbar ni dañarla, o al menos eso creer.

– Eys, disculpa la demora.

– No te preocupes, hace unos minutos también que llegué.

– ¿Cómo has estado?

– Bien, aunque es más por la costumbre de responder que lo que en realidad siento.

– ¿Y qué sientes?

– Que debo huir de mi condena de estar sin ella.

Toma mi mano entre la suya para reanimarme, mientras mis ojos se mantienen fijos a ese toque y solo atino a sonreírle al cruzar las miradas.

– ¿Por qué te haces esto?

– ¿Entonces qué debo hacer?

– No respondas una pregunta con otra.

Deshago el agarre de sus manos para cruzarlos en la taza de café que bebía. Sus solas palabras me la recuerdan. Siento su mirada sobre mi postura meditabunda, hasta que reanuda la charla.

– El vuelo no pretende tener retorno, verdad.

– Eso intentaré. Necesito alejarme de todo esto, de la realidad. Haber aceptado mis sentimientos ahora es mucho más doloroso, y más si no está aquí para mi. Lo siento, no quiero dañarte a ti también, ya lo he hecho demasiado.

– No podemos cambiar el pasado, ni decidir en el corazón de alguien.

– Perdóname.

– No, no tienes porque pedirlas, pero no te niego que me hubiera gustado seguir a tu lado.

Mi visión ahora se empaña a su declaración. La candidez de sus ojos, justo esa mirada, me hace traerla ante mí, y recordar la voz del corazón cuando aseguró mis sentimientos y me aferró a él. Quitándome la expresión de su rostro de las pupilas, al bajar nuevamente la mirada. Prefiero no buscarla en él.

– Ya no puedo decidir.

– Puedes seguir amándola, más te aseguro que tu decisión no será la solución.

– La amo.

Las lágrimas no se dejaron contener, su cuerpo vino a mí para abrazarme, al cual no pude oponerme y me deje ir por el dolor que sentía mí alma.


– Te fuiste sin decírselo, y sin decirme que te marcharías así.

La lluvia seguía su curso, empapando las flores dejadas por el lejano amante y fiel amigo, junto al recuerdo del último encuentro y el secreto que en cada una de ellas quedo en el silencio.


FIN.

No hay comentarios: