domingo, 30 de noviembre de 2008




NADA VOLVERÁ COMO ANTES

Con la neblina cayendo sobre mi rostro y mis parpados cerrados, aspiro el frío helado del aire otoñal. La mera sensación me provoca una sonrisa al recordar cuanto me gusta esta época del año. Ajustándome un poco más la casaca que me cubre, empiezo a caminar hacia las puertas vidriadas de la estación con su aire temperado… “The passengers of the flight 253 going to New York serve you to approach for the door 2, thank you…” La operadora ya empezó a anunciar el próximo vuelo. Este sitio está atestado. Parece que todo mundo está contra el tiempo; hasta la vida de un pequeño corre a la de sus padres… “Hola”…la inocencia de un niño, saludar a una perfecta extraña sin temores. Sólo atino a devolverle el saludo sonriéndole antes de que sus padres lo arrastrasen hasta la puerta de embarque. Me quedo observando al pequeño, con el pensamiento de querer volver a ser una niña; con su inocencia y despreocupación de la vida, sin cuentas que pagar, sin pensar en lo que vendrá mañana o si se equivocan o no. Todo está tendido a aprender. Con mis pensamientos, emprendo nuevamente mi camino. Ya con el resto del equipaje me dirijo a otro escenario mucho más grande. Más mecánico y con poca inocencia.

– Tassì.
– Buon giorno, signorina. Dove la porto?
– Buon giorno, all’albergo San Patrizio, per favore.
– Bene.

La ciudad ha cambiado tanto desde la última vez. La locutora de radio acaba de anunciar la hora, con la cual ajusto mi reloj. Me pierdo en las imágenes tras la ventana del auto, dejando que mis pensamientos empiecen a viajar en retroceso, pero nuevamente la comunicadora toma mi atención; la melodía que está anunciando no la pensé volver a escuchar. Últimamente el pasado se detiene frente a mí, con cada palabra, acción, gesto o inclusive una canción…“…Il fiore nel giardino segna il tempo, qui disegnero il giorno poi del tuo ritorno...”... Ligeramente resbalo mi cuerpo hasta colocar mi cabeza en el respaldar del asiento, dejándome envolver por el tenor… “...qui ti aspettero, e rubero i baci al tempo, tempo che non basta a cancellare coi ricordi, il desiderio che resta chiuso nelle mani...” ....Carlos…su nombre llega como si me reclamara atención. Ha pasado tanto desde que terminamos. En este momento hade estar enredado y protegido entre sus sábanas o tal vez entre los brazos de una nueva compañera…Giro mi cabeza para ver nuevamente el correr de las calles por la ventanilla, como cambiando la imagen que prefiero no acoplarle. ¿Celos tal vez?...

– Abbiamo arrivato, Signorina.

Desciendo del auto, pago y agradezco al conductor por su servicio. Levanto la mirada al hotel frente a mí, su aspecto antiguo me recuerda a la casa de mi abuela, que si no fuera por el gran letrero diría que he regresado a casa. Ingreso al hospicio pero me doy con la realidad, la anciana tras la recepción no es mi abuela y la niña que baja corriendo las escaleras no es Elisa.
Ya en mi habitación, dejo a un lado las maletas y me tiro por completo en la cama. Cierro mis ojos y empieza otra tonada.

– Hola Eli.
– Buon giorno, Segnorina. Come ti fu nella volata?
– Bene, tutto tranquillo.
– Volviendo al español… ¿ya me extrañas?
– No.
– Que mentirosa, tu nariz ya llegó a tocar mi puerta.
– Ja, ja, ja… ¿No deberías estar durmiendo?
– ¿No recuerdas que trabajo?
– ¿Cuánto tienes?
– Me que…espera un momento…“…Dejaré que pase el viento cerca de mi soledad a llevar mis pensamientos a la orilla donde tú estás, sin tu amor no hay calma, sin tu amor no hay dirección a dónde ir…"…

Escucho de fondo parte de la canción que tocaba su frecuencia, hasta que su ausencia reclamó la voz de la locutora. Definitivamente, la suave voz de mi amiga encanta a los oyentes; con la que se propuso deleitarme volviendo a darme atención.

– ¿Demore mucho?
– Nad.
– ¿En qué nos quedamos?... ah si…ya nada, ahora soy toda tuya.
– ¿Ah si?
– Por supuesto, ¿necesitas algo de mí? ….Habla, recuerda que se incluyen las propuestas indecentes…ja, ja, ja.
– Ja, ja, ja…estás loca. ¿Qué diría Alex de esto?
– Nada. No tiene porque saberlo, todo queda entre nosotras.
– Definitivamente te faltan tornillos.
– Ya lo sé, pero conste que me entrego por completo y en exclusiva…ja, ja, ja, ja…
– Ja, ja, ja, ja…
– ¿Cómo has estado, cuerda?
– Bien. Han sido sólo unas horas desde que te dejé, así que no creo que deba haber mucho cambio.
– En parte. La ciudad tiene que haber cambiado mucho. Desde que decidimos perder nuestros pasos cuando murió la abuela, no somos más que extrañas en nuestro propio país.
– Si, puede ser.
– ¿Qué piensas hacer en todo el día?
– Mmm…– miro las valijas y el día tras la ventana – Descansaré un poco, y si me alcanza el día iré a visitar a la abuela, entre otras cosas.
– Llévale unas flores de mi parte.
– Ok, ¿algo más?
– Mmm…dile que la extraño tanto como yo a ti ahora. Eys, te dejo ya, tengo algo de sueño, y todavía me falta conducir a casa.
– Cuidado de dormirte en el auto, eh
– Ja, ja, ja…no te preocupes. Cuídate. Un abrazote a la distancia.
– También cuídate. Igual un abrazo.
– Gracias…
– Elisa.
– Dime.
– También te extraño.
– Io lo sapevo già…A prego.
– Che sogni con gli angelini. Arrivederci.
– ¿Conmigo?...Ja, ja, ja, ja....nad…haber si se aparecen.

La voz tras el auricular se esfumo, dejándome nuevamente en la soledad de la habitación. Dejo a un lado el teléfono y miro la hora en mi reloj de pulso. Es temprano. Observo el cuarto, y con un leve suspiro levanto mi visión al techo, giro mi cuerpo, acurrucándome y dejando que el sueño venga tranquilo a mi cansado cuerpo.

Parece que buscarla no va hacer tan fácil, o eso creo, porque de pronto el camino se hace nada y los trechos me son conocidos. Guiada por los recuerdos del último día de mi despedida. Me encuentro ya frente a ella; veo el descuido de mi abandono y lo elimino con lo poco que conseguí traer para hacerlo. El apenas visible grabado me reclama su evidente regalo. Ya sentada. Comienzo la charla con parte de lo más preciado de mi vida.

– ¿Cómo has estado?… :-) Lamento haberme ido y faltado así. Ha pasado tanto…– Descuidadamente alejo el mirar para grabar el entorno, y luego regresarlo a ella –… Te he extrañado…sabes, ahora más que nada necesito que estés aquí; escuchar tu cansina voz reprendiendo mis errores, tus improvisados abrazos… ¿Recuerdas como mamá quedaba estupefacta cuando recibía una muestra de tu cariño?, siempre lo dabas cuando más lo necesitaban y menos lo esperaban :-) – Acariciando la placa siento caer una gota de agua sobre el dorso de la mano. Creo que va ha llover. Levanto la mirada al claro cielo, de pronto otra recorriendo mi mejilla, no es el llanto del cielo el que me acaricia, sino el mío propio –…Nonna necesito que vuelvas a enseñarme ser fuerte – Descanso mi cuerpo y alma en la dura lápida, que tanto deseo sea su regazo –…No sé si mi decisión ha sido la correcta, pero creo que es mejor así. Por desgracia el tiempo no tiene retroceso, te quedas con lo que obtuviste de él, y los recuerdos son las huellas que indican lo vivido – suspiro dejando correr mis lágrimas –…Per che te ne andaste lontano?…

Otra noche terminó, pero el dolor no se fue con ella. El apenas nuevo día se asoma por la ventana, parece que la mañana será fría, arropándome mejor en la cama, mis ojos empiezan soñolientos a fijarse en la ventana que está empañada por la neblina. Y así con la visión medio nublosa, empiezo a ceder al sueño que nuevamente me envuelve…– No te vayas, quédate conmigo, te necesito aquí junto a mí. No quiero. Por favor no me dejes…– Abro los ojos de golpe, mi respiración está algo agitada, las lágrimas se confunden con el sudor – Dios – me abrazo a la almohada que descansa a mi lado, dejo que mis emociones sigan hasta estabilizar mi alma y cuerpo. – Elisa – con su nombre vino el sonido del teléfono; no estoy segura en contestar, temo que descubra algo en mi voz. Pero la insistencia gano.

– Eyyy... ¿estás bien?

Demoro dudosa.

– Si, ¿por qué lo preguntas?
– Como no contestabas, pensé que te pasaba algo. ¿Todo bien, entonces?
– Si. Estaba soñando, era el quinto y lo interrumpiste.
– Hade haber sido importante, como para que te moleste la interrupción.
– ¿Celosa?
– ¿Por un sueño? …no, como dice Freud “los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos”
– ¬¬ Siempre arruinando las idealizaciones.
– Por cierto ¿no es muy tarde como para que sigas entre las sábanas?
– ¿Qué, ahora controlas mis despertares?
– Que yo recuerde, siempre te he servido de despertador.
– Auchs, eso dio bajo.
– Ja, ja, ja…
– :-) Igual te quiero.
– Yo también. Un momento, entra otra llamada…

Eso le dio algo de receso a mi alma. Ya liberando la tensión por el sueño. Con mi mano libre presiono el entrecejo; parece que el dolor de cabeza no paró con el descanso, cuándo acabaran, quisiera que ya no existieran.

– Angie.
– Aquí estoy.
– Perdona. Era Alex, te manda saludos, nos reuniremos para almorzar y quería confirmar.
– Ah, gracias por los saludos, se los retribuyes. Te dejo. Tengo que salir.
– Vaya, ahora eres tú la que corta primero…está bien… es muy importante la cita para el corte…
– Puede que si. Necesito revisar algunas cosas antes de que se vaya el día.
– Ah, claro, y lo estás perdiendo aquí conmigo.
– No puedo creer que quieras iniciar una discusión.
– No lo hago, ambas tenemos citas, así que será mejor colgar, espero te vaya bien. Adiós.
– E…

Se me quedaron las palabras. Me cortó, eso aumento más el dolor de cabeza, tiro el celular en la cama y me levanto de golpe, esto provocó un mareo, incitándome a sentar – Puñetera vida – Respiro hondo y esta vez me levanto despacio para dirigirme al baño y preparar mi salida.
Al salir del cuarto de baño, después de una refrescante ducha, que por fortuna ayudo a disminuir un poco el dolor de cabeza. Escucho al celular en la cama, que chillaba anunciando el contenido de un mensaje: “Perdón. Te me cuidas. Te quiero. Eli”. Le sonrío a la pequeña pantalla y le respondo.

Ya llevo unas semanas aquí, y no es nada fácil. La brisa se está tornando más fría conforme se pierde el día en el horizonte. Hay poca gente en las calles, los parques parecen casi desiertos. No me importa mucho ya que prefiero caminar sin tanta gente a mí alrededor con la cual pueda tropezarme.
Mis pasos siguen sin tener un sitio específico al cual dirigirse. Entre tanta caminata, mi travesía me puso frente a un cartel bien conocido por mí, sonrío, no pensé volver a encontrar esta cafetería. Ingreso al local, tomo asiento en una de las tantas mesillas de la esquina con vista a la calle, la cual me pierdo de ver cuando mi vista recorre el local con detalle, si que había cambiado. Fui interrumpida cuando una chica amablemente se presentó, preguntándome si deseo consumir algo. Le pido un cappuccino rápidamente, para que mi visión siga recorriendo la estancia. Espero a todas luces hablar con Riccardo, el dueño de este pequeño café, así que espero paciente a que la muchacha regrese para preguntarle. Riccardo había sido como un segundo padre para mí. Siempre que tenía tiempo me daba una vuelta por aquí. Su hija Beatrice lo ayudaba algunas veces en la atención, pero no la veo por ningún lado, y si la veré, lo más seguro es que a estás alturas ya esté casada y los que vengan a colaborar sean sus hijos. De todos modos esperaré tranquila mi pedido.

– Quì stà il suo cappuccino. Prendi altra cosa?
– Non, basta così, grazie... Ehmm...Scusi, per favore, può dimmi, dov’è Riccardo?
– o.0^ Riccardo?
– Se, il padrone di questo.
– Ahhh...non lo so, io sono nuova quì. Ma non si chiama Riccardo, bensi Bernardo.
– Oh...l’ha venduto.
– Scusi?
– Non…Scusi a me…mmm…Grazie per tutto.
– :-) Non c’è di che.

Al parecer los cambios fueron muchos, ya no encuentro sitio, mi sitio, parece que desde que partí todo siguió su curso, sin esperar siquiera mi retorno. – ¿Y qué esperabas Angie?... ¿Qué el tiempo se detuviera para ti? – dejo de hablar con la taza de café, cuando al alzar la mirada, un hombre de la barra me observaba extrañado. Prefiero no hacerle caso a lo ocurrido, para ahora enfocarme en la céntrica calle. La noche se está tornando espesa, apareciendo con gruesas gotas de agua cayendo sobre el ventanal. – Madonna Santa – Esto me hace tomar apresuradamente la bebida. Saco algo de dinero del bolsillo y lo dejo en la mesa.
Al estar fuera, con el lamento del cielo cayendo sobre mi, pierdo la urgencia de refugiarme. Dejándome disfrutar de la sensación de la lluvia en mi rostro, al alzarlo al nublado cielo, son tan fríos sus golpecillos. Ya había pasado tiempo desde que no me deleitaba de esta sensación. Caminar bajo la lluvia, sin protegerme de nada, libre como el viento que sopla junto a la fuerza del agua. Extiendo mis brazos a medio camino de mi andar, sin miedo a lo que pueda pasar, tan solo regodeándome en esa libertad, liberando a mi alma del peso de mis pensamientos, limpiándola, dejándola escapar del dolor de mi corazón. Por un momento sentí la opresión. Abro los ojos para enfrentarlos al cielo, pero las pequeñas lunillas que cubren mi mirar lo retaban a entrar a mi alma, así que sonrío dándole lo que deseaba, me quito las gafas para darle entrada a mis ojos, los que cierro de golpe pero sin bajar el ciego mirar. Entreabro los labios, para saborear el dulce llanto, suspiro profundo y lentamente desciendo los brazos; miro el largo camino que me queda para llegar a mi refugio, sonrío y vuelvo a proteger los ojos.

Ya en el hotel, secándome el cabello, sigo observando la lluvia golpear el pavimento y movilizar con prontitud a todo aquel que estaba debajo de ella. De pronto recordé mi cuerpo anteriormente bajo la lluvia; hasta que su infantil voz vino a mí.

– ¡An, ven!
– ¡Elisa regresa, te estás mojando!
– ¡Rápido!
– La abuela se molestará.
– No me importa, ven siente el agua… – con los brazos extendidos me llamaba a su lado – ¡Ángela!
– ¡Te enfermaras!

Mis palabras eran inútiles para ella, extendía los brazos y giraba con la cabeza mirando al lluvioso cielo sin dejar de pronunciar mi nombre. Sonreía a su travesura y también la hice mía. Corrí a ella, aunque con temor a las reprimendas, tomé sus manos y comencé a saltar, girar y reír junto a ella. Ese día fue el primero bajo la lluvia y el día en que mis palabras se voltearon; yo enfermé gravemente, ella se culpó por eso, estuvo a mi lado siempre, no me dejaba en ningún momento. También fue la primera vez que la escuché prometer algo.

– Por favor cúrala…si lo haces prometo ser buena y no volver a jugar en la lluvia…la cuidaré siempre…pero por favor no la apartes de mí.

Sentía sus lágrimas calientes sobre mi mano asida entre las suyas.

– ¿Eli?
– Aquí estoy…
– ¿Moriré?
– No, te quedarás conmigo, yo te cuidaré. – Se acercó para colocar un beso en mi frente y susurrarme – Nadie te apartará de mí, ni siquiera la abuela.
– ¿Crees que lo haga?
– No, pero por si acaso. Ya se lo advertí.
– Tengo frío.

Buscó otra manta, subió a la cama y me abrazó para abrigarme más.

– ¿Ya no tienes frío?
– No…tengo sueño.
– Duerme, estaré aquí cuando despiertes.

Y así, aquella vez, su voz se escondió conmigo en los sueños. Y claro en cada despertar, por eso agarró la costumbre de llamarme antes que apunte el alba, ya que sabe que no puede despertar conmigo por nuestras propias independencias.
Miro la hora y al celular que está sobre la mesa de noche, me abrigo entre las sábanas y con la tenue luz marco para poder escuchar la voz infantil ya hecha mujer.

– ¿Angie?
– Hola :-).
– ¿Pasa algo?
– ¿Acaso no puedo llamarte?
– ¡Claro que si!...espera un toque…

Escucho tintineo de llaves y forcejeos. Sin embargo aguardo silenciosa el regreso de su voz.

– Me atrapaste justo abriendo la puerta.
– ¿No abría?
– No encontraba las llaves, y casi se me hace la difícil. Haber dime ¿A qué debo el privilegio?
– ¬¬ Como si nunca te hubiera llamado.
– Tampoco he querido decir eso. ¿Ha pasado algo?
– No, bueno si…Baile bajo la lluvia…Ja, ja, ja…
– o.0^ ¡¿Qué?!
– En realidad no baile, sólo me remojé un poco…
– ¿Quién te dio permiso para hacer eso?
– ¿Cómo que permiso?
– Recuerdas lo que paso cuando hiciste lo mismo.
– Que yo recuerde fuiste tu la que me incitó.
– Pero yo no fui la que se enfermó.
– Creo que no debí llamarte, últimamente solo peleamos.

Preferí dejar la voz en el silencio y cortarle. Dejo el celular a un lado y me cubro totalmente, para reducir su insistente sonido que pide ser atendido. Mientras siento que el dolor llegaba presionando mis sentidos, tanto que hace insoportable el chillido, provocando que lo elimine, apagándolo sin importarme quien está detrás de él.

El día trajo consigo el mismo dolor aunado a otras dolencias más. Siento escalofríos. – Joder – Presiono mi cabeza con las manos, intentando disminuir el dolor sin éxito a los estremecimientos. – Tengo que salir de aquí y buscar algo para esto. – levantándome con dificultad. Me visto lo mejor que puedo y salgo.

Llegando a la primera farmacia que encuentro pido algún medicamento, y en la espera enciendo el celular, para darme de golpe con el registro de las llamadas perdidas.

– Signorina, la sua pastiglia.
– Ah…Grazie…per favore puoì darmmi un po’ d’aqua.

Después de tomar el medicamento, intento regresar al hotel pero mis pisadas se tornaron flácidas, mi garganta se seco y la visión también se me dificultó. Me afianzo a la pared como buscando algo de apoyo, hasta que un sonido conocido para mis oídos llegó de un lado que no logro enfocar. Mis manos inútilmente buscan en los bolsillos para por fin ponerme frente a una pantallita relampagueante que se hacia uno con el sonido. Pulso unos de los botones para que otro sonido salga de él.

– Angie…

Deseo responder pero las palabras no salen. Mi cuerpo pierde fuerza y poco a poco me siento resbalar.

…Fin.

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