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Me he dado cuenta que estando sola en casa no me moriré cuando vaya hacia mi independencia, tonto decirlo, pero sí. No puedo negar que hacen falta los minutos la mayoría del tiempo, principalmente en las mañana cuando tengo que levantarme para ir a trabajar. Por más que ponga el despertador el sueño me come diez minutos, hasta que una señal en mi cabeza me impulsa a eliminarlo -y eso que solo son diez minutos-. Pero así como todo tiene un inicio también tiene su final. Mañana llega mi hermana, una compañía más a la casa fuera del silencio con la que mayormente la suelo dejar. Tendré un rostro para ver en las noches antes de dormir, alguien con quien hablar que no sea conmigo misma, por lo menos hasta que regrese el resto del batallón familiar. Hoy será el último día que disfrutaré de mi compañía.