martes, 18 de octubre de 2011

Cuando los sueños hablan de una gata

Días atrás, me encontré envuelta en un espacio diferente del mío, más no extraño. Mi habitación, o se supone que era, miraba sin sorpresa el entorno, hasta que me topé en un rincón, con una gata blanca. Ella me miraba, sentada, sin preocupación con ojos dormilones, como siempre lo hace, más cuando no está nerviosa, redondeando sus pupilas en pleno día. Sin embargo, lo particular de la escena se trastoca al ver que su ojo izquierdo sangra. Creo que tenía una herida a un costado de él. Tomé a la gata entre mis brazos para observarla mejor. Acaricié su lomo y luego todo terminó.


Jugar con la interpretación de mis sueños, o mejor dicho tratar de explicarlos, es algo complicado. Algunas veces los dejo ir, vagar en mis recuerdos sin tomarle asunto –aunque no del todo–. En ese caso hago hincapié del lema: “los sueños, solo sueños son”. Es fácil decir ello cuando uno no se malgasta la vida entendiendo a su subconsciente. Incluso es mejor. Te evitas los dolores de cabeza que te puede causar, los traumas y/o todo lo que conlleven según el sueño.


El significado de este sueño lo he buscado, y entre tantas interpretaciones, e preferido dejarlo como tal, un sueño. Es mejor.


Esta gata en particular pertenece a mi mundo real. Una pequeña “malcriada” –como le suelo decir–, que llena mi espacio de humanidad. Me recuerda la necesidad, la protección, el cariño, las travesuras y los juegos.


Actualmente, la pequeñuela se encuentra enferma, se ha lastimado quitándose la crema que nos indicó la doctora para -al parecer- el problema que tiene en la piel. Le desagradó tanto que le echeramos que se desesperó. Lo peor es que se ha lesionado uno de sus ojos.


Ahora, ¿qué opinan del sueño? ¿Lo asocio? Yo veo que ya no tiene caso interpretar nada y menos tomarle asunto.


No he podido hacer mucho por la gata, salvo dejar de echarle la crema, y así evitar alimentar la fobia que le hemos creado, incluso impedir que se hiera más.

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