Pasé a su casa en mi auto, al llegar me dijo: “…quiero llevarle una serenata”… Le tomé las manos y mirándola fijamente a los ojos, le hice saber que la acompañaría. Subimos al auto y partimos en dirección a su corazón. Durante el camino se notaba su nerviosismo; una de mis manos tomó la suya para tranquilizarla hasta que llegamos al lugar anhelado.
Antes de descender, la miré y le sonreí en complicidad. Bajamos, miramos la casa frente a nosotras, agarré mi violín y cerré los ojos para solo sentirla. Ella acarició levemente mi hombro para hacerme saber que era momento de empezar. ..y así empecé a tocar hasta que llegó su turno de cantar….
Al terminar abrí los parpados que guardaban celosos mis ojos llorosos; bajé el violín de su lugar; y la volví a mirar sonriendo…Ella sonrió traviesa y dijo: “…nos equivocamos de casa”…yo: “¿cómo?” …Ella: “…ya se mudó”…
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