lunes, 9 de marzo de 2009

Mírame I
(12 de Julio del 2006)

Lagos inertes que recorren los vacíos profundos de la insólita soledad,
ríos serenos que se pierden en las bocadas de un solo mar y
cielos eternos con nubes difusas, llenas de aguas oscuras,
ocupan un mundo etéreo imperceptible a la realidad de los demás.
Mira dentro si puedes y controla el vacío, remueve las aguas y disemina las nubes
que gobiernan sin piedad cada rincón de un mundo soluble e imperpetuo de un alma.
Solo mira, mírame y dime si puedes hacer que todo cambie.
Cada rincón, cada vacío, cada sendero desierto, así estén llenos de nieblas,
intenta mirar y permite que la belleza de tu alma sumerja y aflore
toda seña cansada de un alma que clama por libertad.

Mírame II

¿Cómo reflejarme en tus ojos si se ocultan a los míos?
¿Cómo consolarme con el calor de tus brazos si estás tan lejos?
¿Cómo deleitarme en tu voz si tus palabras me negaron?
¿Cómo encontrarme en tus sueños si soy nada en ellos?
¿Cómo?, dime, ¿cómo puedo seguir buscándote sin la esperanza de hallarte?
¿Dónde están tus ojos escurridizos, el calor de tus brazos,
el encanto de tu voz y mis sueños perdidos?
¿Dónde? dime ¿Dónde? y ¿Cómo, obtengo lo que tanto anhelo?, ¿Cómo?
Sé que no debo caer entre mis preguntas,
que es inútil preguntar a la nada presente.
Pero si supiera, el como dejar de hacerlo lo haría, créeme que lo haría,
y seguiría mi vida sin importar si algún día encuentro
las respuestas al baúl de interrogantes.
Pero no puedo, por más que lo he intentado, no puedo.
No puedo olvidar lo que me negaste,
y dejaste que se pierda en el camino
que decidiste emprender sin saber siquiera,
el por qué lo hiciste. O tal vez soy yo la que nunca entenderá
el por qué de tu partida.

Espíritus Celestes
(08 de octubre del 2007 )

Moja la fuerte lluvia, mezclando las lágrimas con cada gota helada que sin descanso cae de mi cielo. No sé ni que día estoy viviendo. El tiempo no se contempla ni en la estructura más compleja, cuando el segundero no hace correr al minutero, ni en la estructura más sencilla, con los delgados granos de arena que no se deslizan por una delgada brecha.
Mis alados compañeros a mi lado sobrevuelan, sin darme alguna respuesta del porque mi interior en mis ojos se refleja, exhibiéndose sin entender lo que ni yo le he podido dar en respuesta. Prefiero detener mi vuelo por el momento, planee con las alas, enfundando la espada que mantenía aferrada en mis manos, como esperando usarla ante lo que prevenga.
Una cueva albergo mi cuerpo, el peso de las cansadas alas me golpearon cuando las piernas flaquearon, cayendo de rodillas aplaque un poco la caída con las manos sobre el empedrado suelo. Mi cabeza bajo en rendimiento, cierro los ojos hasta que siento un dolorcillo en mi pecho que me obliga a abrir y deshacer cada hebilla que sujetaba el chaleco que me protegía el torso, la blanca tela debajo de el revelaba una mancha rojiza de donde el dolor se había descubierto, mi mano deslizo entre la tela para descubrir la inscripción de una flor de trazos perfectos y poco común del resto de pétalos. La fascinación ante mis ojos cambio, cuando a mis oídos una vocecilla me aclama al firmamento otra vez, unas pulsaciones golpeaban más fuertes y el tatuaje su desangramiento detenía levemente. La voz más fuerte retumbaba en mi cerebro, y comprendí que necesitaba llegar donde mi nombre me era traído por el viento.
Las alas por completo se extendieron y en busca de la voz me concentro, era un ángel diferente, de esos que reinaban suelo terrestre. Llegue a un balconcillo, y me deslizo dentro de las cuatro paredes para ponerme ante aquel terrenal sonriente, sus brazos abrió plenamente y sus lágrimas al igual que las mías se desafiaron mutuamente. A sus brazos caí de frente, las pulsaciones se entonaban diferente y de la señal sobre mi pecho ya no ni rastro transparente. Tan amable ángel terrestre cubrió la exposición de mi cuerpo, posando sus labios sobre mi frente y susurrando un lo siento que estalla por las paredes de mi embrollada mente.
Nuevamente el análisis inundó mi cabeza, las preguntas ya tenían respuesta. Las lágrimas junto al vuelo sin descanso siempre batallando, no eran más que una búsqueda incansable a la voz que hacía palpitar mi pecho, y el tatuaje era el nombre de su dueño, ella. El desangramiento era el simple reflejo de cuanto dolía la lejanía, y tanto como a mi ángel, el suyo se encarnaba en mí. Las dos palabras que se enunciaron seguidas del beso que cello las aclaraciones, ese lo siento que siempre ha estado presente cuando fue expuesto o que ha muerto en el propio silencio de nuestros labios. Perdonando a nuestro propio destino, a la palpable realidad que nos rodeaba y que muchas veces he preferido no verla. Cegar mis ojos como se ciega el corazón y como se pierde la razón al enamorarse. La realidad que no quería recordar y por tal me mantenía sin tiempo, sin conciencia.
Mi querubín ahora arrullaba mi cansado cuerpo, el cual estaba rendido al alivio de estar una vez más entre sus brazos, casi adormeciendo y con las pupilas ocultas por estar poniendo en su lugar a los pensamientos, para que al descubrirlos se apoderen de ellos una brillantez, provocada por el reflejo de su hermoso rostro, y que al mirarme en los suyos, me veo sonreírle aceptando nuestro perdón. El mío perdonando a mi corazón por sembrar su esperanza, y el de ella perdonando al suyo propio, por no poder sembrarla.

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