sábado, 25 de abril de 2009

POR LAS RUTAS DE UN DESTINO

Una vida de viajes. Desde que salí de trabajar me dedique a descansar, a mirar la vida desde una cama, saliendo de cuando en cuando más por obligación que otra cosa. Después de llegar la tentación a mis oídos me levanté decidida a ocupar los días fuera de una cama, salir no solo por obligación sino porque quería hacerlo. Así mis semanas fueron dominadas por melodías de piano, entrenamiento de dedos y agilización de mente. Pero antes de encerrarme en el vaivén musical, decidí emprender un viaje a la ciudad de mis adentros natales. La ciudad que me dejó crecer entre sus calles, y la que a pesar de la distancia, regreso en foliados sueños.
Mi familia algo confusa no podía evitar preguntarme el por qué del viaje. El simple deseo no les rompía preguntas. Quería relajarme, olvidarme de la costumbre, cambiar los días de lugar por un tiempo. Y así lo hice.

Ingresé a la norteña ciudad fronteriza, con el trasero adolorido por la incomodidad de los asientos. Llegué a casa ansiosa por desayunar, pero terminé saciando el hambre matinal en casa de un familiar.
Pasé el primer día tranquilo, y la primera noche en un espacio diferente. A dos ambientes antes de mi habitación, un ser tan abierto para algunos pero tan cerrado para otros. Mi hermano. He compartido tanto y a la vez tan poco con él. ¿Cómo es que los pertenecientes a un mismo círculo terminan siendo tan desconocidos entre ellos? Ninguno es capaz de conocer a alguien, ni siquiera nosotros mismos logramos conocer nuestra propia esfera. Me zambullí en un sueño para reparar mi conciencia o por lo menos que me deje recordar la belleza del soñar. Sin embargo, me regaló una pesadilla que aún no puedo olvidar. Típica en su género. Los días me llevaron a aventuras que me crisparon el cuerpo. Viví diferencias a las que no estaba acostumbrada. Me estrese como nunca lo había estado. Pero al fin y al cabo conocí y aprendí cosas que jamás hubiera imaginado vivir. ¿Una locura? no, simplemente la monotonía era difícil de sobrellevar en un viaje en el que me disponía a cambiar.

De regreso a la rutina. Luego de unos días. Me di con la sorpresa que tenía que prepararme para una nueva partida. Viajar al sur del país. Durante todo el tiempo de estudios. En lo revuelto de mi carrera universitaria, solo había viajado al norte del país, algunas partes del centro pero en ningún momento al sur. Me entusiasme mucho, a pesar de que fuera por trabajo, iba a conocer una ciudad nueva, algo más que agregar a lista de aventuras efímeramente adquiridas. Advertí mi ausencia a las clases de teclas y cuerdas musicales. Compré los boletos y emprendí el viaje directo a mi primera parada, la capital. Allí solo estuve unas horas, pues tenía que seguir a la próxima parada y destino final. Alquilé un cuarto de hotel a unos cuantos pasos de la agencia, me alisté y cuando la amiga a la cual le había avisado de mi arribo logra encontrar el hotel en el que me hallaba, salimos directo a la oficina que me había contratado para el trabajo explorador y luego me llevó a conocer algunas partes de la ciudad. Después de la caminata, descansar y almorzar, dejé que la guía me llevara de regreso al hotel. No viví grandes aventuras para describir, más lo bueno fue que conocí algo de la capital de este rotundo país.

Mientras mis ojos se entretenían con las vistas que mostraba cada ruta, pensaba en lo nuevo que añadía a mis conocimientos en cada parada.
Cuando la oscuridad cubría la carretera, con la cabeza posada en el cristal no dejaba de ver el camino. Había momentos en que miraba el cielo y las estrellas no se mostraban por ningún lado. Era entonces que la tierra me mostraba sus propias estrellas, bajaban para entretener y adornar los paisajes nocturnos. Falta de aburrimiento permitía que me entretenieran mientras las rutas no se detenían. Principalmente hasta que mis ojos se cerraran y el cansancio me ganara olvidándome del paisaje en un sueño.
Al llegar a la ansiada ciudad sureña, la batería de mi celular me jugó una mala pasada, el tiempo no me era suficiente, y en la memoria no entraron los números que debería para avisar del nuevo arribo.
Una vista rápida a nuevos caminos en la movilidad alquilada para emprender el nuevo viaje a la ruta de trabajo, me permitió conocer nuevas calles cuando mis ojos dejaban de leer el proyecto producto de mi viaje.
Ya de noche. Después de un largo día de trabajo y lograr comunicarme con los necesarios desde un nuevo hotel, tomo un reparador baño antes de poder descansar por fin en una cama.
En tanto el sueño ocupara su sitio. Los pensamientos disidieron vagar para retraer a los ases del destino y permitirme acompañar por el cuerpo ausente que en cada vía no dejaba de enseñarle mi mundo. Mis ojos eran suyos y los susurros internos su voz.
Puede que suene tonto pero cuando me escuchen hablarle a la nada, no teman llamarme loca, solo es la forma que halle para acompañar a la soledad y no desarmarme en rencores innecesarios por la falta de compañía. Más no se confundan. Pues no me es problema la simpatía de sentirme bien conmigo misma. Simplemente para mi es saber que donde esté no dejará ansiosa de ser parte de mí.
La nueva mañana después de un profundo sueño me despertó animada a conocer, en las horas que me quedaban, un poco más de aquella ciudad. Hasta que el tiempo decidió mi nueva partida. Regresé a la capital. Seguí enamorándome de los paisajes nocturnos a través de una ventana cuando los caminos me regresaban a casa.
De ruta en ruta, cambiándola y regresándola casi a diario. Con semanas muy ajetreadas y por consiguiente cansadas. Terminé y disfruté -a pesar de todo- de los viajes. Ahora me hallo en casa. No negaré que esperaba quedarme más tiempo en el sur. Sin embargo las cosas se dieron de forma diferente.
Ya nuevamente retomando las clases perdidas, intentando adiestrar las manos a un teclado en blanco y negro empotrado en madera contenedora de cuerdas que me permiten acompasar las nueva melodías aprendidas en cada una de ellas. Así, es así que mis días se ocupan fuera de viajes. Claro que no solo son clases de piano. No quiero ser mentirosa ni presumida. Digamos que me sabe más decir que condeno a la ociosidad a disiparse en la música, que a descansos de cama, vagas vueltas en el Internet y salidas de casa.

Ehmmm...¿¿Qué más puedo decir?? que a pesar de haber sido viajes cansados y tener días desastrosos siempre necesitaremos unas vacaciones con un cielo azul... xD

"Por una mirada, un mundo; / por una sonrisa, un cielo; / por un beso... yo no sé / qué te diera por un beso". Gustavo Adolfo Bécquer

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