martes, 25 de agosto de 2009

Deja que te cuente un sueño...

Imaginando sueños contigo, y cuando llegó la hora de descansar llevé conmigo tu nombre a las profundidades de un sueño. Tu cuerpo acudió al llamado de mis deseos y compartimos juntas un espacio onírico.

Era feliz por tenerte a mi lado pero a la vez celosa por tener que compartirte con mi familia. Participabas sin contratiempos de las actividades familiares como parte de ella. Sabiendo que mi rostro mostraba molestia al tener que compartirte. Tu sonrisa cómplice calmaba mis arrebatos con mucho acierto.

En el momento en el que logré apartarte de sus actividades. Te llevé al único lugar que puedo llamar privado, mi habitación, y entre caricias que no pude evitar controlar, la conversación que intentabas mantener, se vio interrumpida por la profundidad de los besos que sin prisa vagaron más de lo que se les podría permitir. Fue tan subliminar sentir el calor de tu cuerpo y las caricias que iban y venían.

De pronto volvemos a estar junto a mi familia. Intentando ocultar lo sucedido en el silencio de mi habitación, mi hermana acuciosa intenta encontrar título a sus interrogantes, sonsacando la verdad de nuestras miradas. Sin saber cómo había tenido conocimiento de las caricias, logré ocultar con éxito la profundidad a la que llegaron, consiguiendo así permanecer entre nosotras el azoramiento ante el descubrimiento.

Aliviada de pasar la inquisición te busqué feliz de nuevo entre mi familia pero sin éxito. Me faltaste por un momento y me desesperé. Cuando llegó la noche, en mi habitación no reinaba con nosotras la soledad, esta vez la inquisición nos acompañaba sin incomodidad. Mi cama se halló vacía de tu cuerpo e invadida por el de mi hermana. Ambas conversaban como cómplices amigas, y llevaban mi desesperación de la falta de tu cuerpo al límite. Quería expulsar a la intrusa para quedarme junto a ti. Pero no debía ni podía. Oculté mi inseguridad hasta que desapareció en tu sonrisa juguetona que miraba mis esfuerzos frustrándolos a toda marcha.

El día llegó y mi familia volvió hacerte participe de ella apartándome nuevamente de ti. Corrí a buscarte con acierto donde se hallaban, y tu sonrisa volvió a detener mis arrebatos inmaduros de alejarte de ellos. Haciendo que compartamos juntas las locuras y juegos de una familia grande.

Ansiosa esperé que volviera a llegar la noche, y llegó, pero mis ansias se vinieron abajo cuando entre tus palabras me decías que te marchabas. En ese momento quise que los aviones dejaran de existir. Querías irte y no entendía el porqué.

Antes de irte me dices que querías conocer un sitio que yo conocía bien, que tenías que buscar allí a un amigo. Celosa mantuve mis curiosidades en silencio y te llevé en su busca junto a mi inseparable hermana. Cuando llegamos preguntaste por tu amigo y fueron a buscarlo entre la multitud de personal habido en el lugar. Pasaban las horas y el susodicho no arribaba. Al verte triste por la inasistencia, ingresé entre la muchedumbre y alzando la voz pregunté por el imbécil que buscabas. Al encontrarlo oculto entre la gente lo tomo molesta por el brazo y le digo que lo estabas esperando; qué se moviera porque no tenía todo su tiempo para perderlo en su miedo.

Ya con el guía entre nosotras, subimos y cruzamos ambientes. Me hallé con personas conocidas y a las que pregunté por un buen amigo, recibí sus saludos con educación y obtuve la respuesta de su ausencia en el momento. Tus ojos me miraban orgullosa por la importancia que enfundaba mi presencia en el lugar. El guía nos lleva a los ambientes que querías conocer, un pequeño museo, la falta de sus palabras y ver lo maravillada que estaba tu mirada en cada pieza que representaba a los antepasados de mi país, inicié la explicación y di sentido a las imágenes que se posaban en tus ojos.

Ya en el aeropuerto mi hermana me informa de que aún tenían que consultar si había asiento libre en algún vuelo. Ante la información busqué tu mirada tratando de encontrar en ella alguna respuesta. Si aún faltaba mucho para irte, qué te impulsaba a emprender la marcha tan pronto. Cuando mi hermana decidió por fin dejarnos a solas, la acuciosidad de la interrogante más importante hizo presencia en mi voz. Tus ojos tristes me miraban y tu voz dio una respuesta contraria a lo que creí había sido el problema. La propiedad que infunde los celos es nada para lo que causa el dinero. Triste dejé de mirarte y observé la calle oscura y vacía que rodeaba al aeropuerto, y te dije: “Todas creen eso, pero no es con lo que quiero llamar la atención de alguien... Creo haber ganado tu corazón por lo que significa en el mío, pobre pero lleno de amor por ti…”. Mi hermana llega con la noticia de que un vuelo estaba a punto de salir. Te miro esperanzada a que desistieras de marcharte y te quedaras para siempre conmigo. Tomas mi mano y antes de que respondas algo te pido quedarte, sonríes a mis palabras y tus labios pasaron a besar mi frente…

...............

El despertador de mi celular me avisó de que era hora de dejar de soñar.


2 comentarios:

Verónica dijo...

Te he encontrado de casualidad, y solo puedo decirte que cuando amas al alguien de vez te cuesta compartirlo con lo demas...

besotes de esta peke.

pd. te espero por mi rincon con una taza de cafe, si gustas...

Alphard dijo...

Si lo tomamos del lado que es imposible de interpretar, siempre costará compartirlo.
Gracias por tu comentario. Estas casualidades de la vida.
Aunque se me haya prohibido tomarlo, no creo que haga daño una vez al año. Ahí nos veremos.