lunes, 24 de agosto de 2009

Nel cuore lei...

Hoy soñé que estabas conmigo, y compartíamos un día que parecía interminable, hasta que de pronto desapareciste. Negándome a perderte intento encontrar tu rastro, encontrándome en un laberinto de calles llenas de obstáculos en los que logré divisar tu andar. Te alejabas, te alejabas. Mi voz no te llamaba, solo mis pasos apresurados intentaban atraparte hasta que mis manos lograron detenerte. Cuando volteaste para mirar a tu celador, tu sonrisa al ver que era yo detiene nuevamente al tiempo para hacerlo nada.
No podía creer que te tenía a mi lado. Todo era especial. No había forma de romper la esfera de cristal que nos rodeaba. Era feliz, éramos felices teniéndonos de la mano sin soltarnos. Pero al parecer la felicidad nunca es completa, tampoco en los sueños. Tus ojos se llenaron de lágrimas, aquellos ojos en los que disfrutaba hallarme reflejada, derramaban agua por mi causa. Para disminuir el dolor que sin saber cómo lo había causado, te tomaba entre mis brazos y alejaba de los ojos curiosos que aparecieron de la nada. Tus lágrimas invitaban sin querer a las mías y a mis brazos rodearte con vehemencia. ¿Qué había hecho? ¿Cuál había sido el error? Calmada intentaba encontrar sentido a la tristeza. Fue entonces cuando comprendí...


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