domingo, 30 de diciembre de 2012

A ritornello

No sé cómo he llegado a apreciar la lentitud del tiempo, cómo es que la rutina me parece honesta. Quisiera haber leído el libro donde se escribe mi vida, para tener en las manos la facultad de haber evitado tanto. Me pregunto si sirve echarle la culpa al silencio, discutir con la fe y odiar a la esperanza. A veces creo que poseer la respuesta a muchas interrogantes no sirve, porque ya de por sí son las sinceras verdades de la realidad y encima no cambia nada.

Hay más espacio en mi mundo, lo sé, pero no quiero ocuparlo. Recordarlo es mi más grande temor. Aunque el dolor del vacío es suficiente para saberlo.

Otro año culmina. Sigo pensando si algún día la luna dejará de mirarme con tristeza, y si el cielo dejará de llevar el color gris cada vez que lo vea. Confieso el no quererlo. Le reniego a la resignación cuando puedo, e incluso le pido paciencia a las ganas cuando quiere sentir calor de piel otra vez.

¿Por qué dejé de ser la esperanza libre de aquella caja resguardada por Pandora? ¿Por qué solo para mí el amor es eterno? Porqué sigo esperándote…



sábado, 29 de diciembre de 2012

Lo que traen los recuerdos...

Me he quedado sola otra vez en mi rincón, mis amigos se han ido a dormir; una cena que se prolongó hasta las dos, todo está revuelto en el salón.
Abro la ventana de par en par, y me quedo mirando las luces de la ciudad; y así, me siento bien, recordándote una vez más, invitada en mi casa besándote en el sofá, amor no me dejes sola hoy. Por el día no vale la pena recordar, por la noche es necesidad...


 
 
Algo que hace mucho escuché y guardé en la carpeta de audio de mi celular. Las veces que la recordaba era antes de dormir. Un toque de música algo melancólica antes del encuentro con Morfeo en su particular mundo.
En fin, los dejo con esta reliquia. Qué pasen y reciban un buen fin 2012. Un gran saludo desde mis dominios.   

domingo, 16 de diciembre de 2012

Un día...


 
Me encontraba escuchando esta canción, con la bola de pelo blanco en mis brazos, cuando me percato que otra vez miraba atenta el video. Esos ojitos medio dormidos no dejaban de hacerlo, hasta que de a pocos se fue quedando dormida. Dejándome escuchar sus ronroneos acompasados con la melodía del video. Ahora que la ha despertado la bullarada en la casa, se ha alejado de mí para dejarme escribir.
 
Queda un día para descansar y recuperarme de no sé qué. Por lo menos me siento mejor. Regresaré al trabajo de oficina por una semana más o no sé por cuánto tiempo. Mi contrato vence el fin de este mes, y no tengo idea de si empezará el nuevo proyecto en el cual dicen estaré. Sin embargo, me siento tranquila.
 
No recuerdo mis sueños, últimamente no lo estoy haciendo. Y no sé por qué. Tal vez tengo tantas cosas en las que pensar que al despertar prefieren guardarse en el olvido. Aunque hay un rostro que sé, ha rondado uno de mis sueños. Lo sé porque es lo único que de un modo recuerdo. O de seguro es porque lo suelo tener presente que creo ha sido parte de otro sueño.
Espero que esté siendo feliz, qué sea muy feliz, y qué su corazón se vuelva a enamorar como si fuera la primera vez, otra vez.
 
   
    

jueves, 13 de diciembre de 2012

Palabras...

 
***

¿Por qué crees que mi maldito mundo gira en torno a ti?

No podremos hablar así.

¿Por qué no?

Te estás enojando. 

¿Me tienes miedo?

No, prefiero que no nos ofusquemos porque después no podremos aclarar nada, y nos lastimaremos.

Solo necesito sacar todo lo que tengo aquí adentro…. Quisiera odiarte.

Hazlo.

No! No puedo…No quiero…No entiendes, verdad…

Aunque no lo creas, sí, lo hago…

Te amo…Sé que no quieres que lo haga, qué lo olvide…Sabes, no puedo, no niego haberlo intentado, pero no puedo…no puedo odiarte, no puedo dejar de amarte, no puedo sacarte de mí.

No lo entiendo, no sé en qué momento paso, qué hice para que te enamores de mí.

¿Importa?

A mí sí.

¿Cambiará en algo el saberlo? 

Jamás podré corresponder lo que sientes.

¿Alguna vez dejarás de repetírmelo?  

Lo siento.

No lo sé.

¿Qué?

No sé en qué momento cambió lo que tanto negué sentir por ti. No sé si hiciste algo o no, solo sé que me enamoré.

Entonces solo es un capricho.

No lo es, sabes que no es así.

Eres terca.

Desde cuando crees conocerme.

Es una pregunta que yo también te la debiera hacer.
 
***
 
Algunas palabras que escribí hace mucho. Intentaba formar una historia, esto sería pate del dialogo, pero quedó en eso. Bueno, bueno....estaba viendo una historia que escribí años atrás. Recordé lo que le dije a las dos únicas personas que di a leer, entre otras cosas, y decidí seguir guardándola.   


martes, 4 de diciembre de 2012

Navidad...


A veces tiendo a recordar las navidades de cuando era una niña. Sí, ya hace mucho de ello. Mi cabello encanecido me lo recuerda.

Yo no fui de los niños que creía en Papa Noel; más por la forma en la que fui criada, y por como recibíamos ese momento, lo que no me hizo siquiera imaginar en que alguna vez existió el famoso Noel. Estuve al tanto de su imagen por películas.   

Mis abuelos y mi tía abuela, me enseñaron que ese día era un evento muy importante; en el que se compartía gratos momentos en unión familiar; incluso, no importaba qué tan pequeño eras, también podías ser capaz de regalar, no solo tu alegría de niño y agradecimiento a los obsequios del momento sino a ofrecer a cambio otro pequeño. Por lo menos, lo que permitía comprar las mesadas de todo el año.

Pero lo más emocionante de esos momentos era ayudar a preparar la casa de mis abuelos para el evento. Recuerdo que con ellos, mi tía abuela, y algunas veces mis hermanos; después de limpiada la sala-comedor y principalmente el lugar donde iría el nacimiento y el árbol, se sacaban las cajas conteniendo todo para armarlos y adornar las paredes de la sala.              

Lo que más me gustaba era armar el nacimiento, esto llevaba más tiempo, pero no importaba. Primero dejábamos que mi abuelo o algún hermano mayor se encargara de acomodar las cajas ya vacías de forma que pareciera una pequeña colina; luego se cubría con el  papel verde y muchas pintas de colores, hasta que por fin podíamos colocar uno a uno los pequeños animales de juguete en esas empinadas laderas. Había muchos animalitos de juguete, entre vacas, un tigre, un león, ciervos, ovejas, un gallo, entre otros personajes. Una vez terminado el sendero, mi abuela llegaba con la cajita que contenía a los principales de todo el nacimiento: Los reyes magos, María, José, el arcángel Miguel que era colocado en la cima de la colina, un burro y una vaca más grandes a los que subían. Todos ellos eran colocados en su lugar, pero el niño Jesús no era puesto sino hasta que lleguen las doce del veinticinco de diciembre. En su lugar solo se llenaba de un papel cortado en delgadas hileras que simulaba al heno del pesebre. Era lindo verlo terminado. Sí, eso es lo que más me gustaba de las navidades de mi niñez. Además claro, de ver en el centro del comedor, una mesa repleta de juguetes -entre los que se encontraban los que yo y mi hermana regalaríamos-, y por supuesto a toda la familia reunida. Mis tíos, primos y abuelos por parte de mi padre, a veces mis abuelos de parte de mi madre. Rara vez, pasada la media noche llegaban algunos tíos de parte de mi madre para saludar y unirse a la celebración.

Pero bueno. Al llegar las doce -antes de repartir los regalos- mi abuela, sacaba al niño Jesús de su cofrecito y lo colocaba en su lugar, en el pesebre, a la vista de sus padres. Mientras tanto, todos tomábamos un lugar para sentarnos en el entorno de la sala. Los niños siempre emocionados intentábamos sentarnos en las sillas laterales junto a la mesa repleta de regalos, o al lado de nuestros padres. Mi tío, daba inicio emitiendo un discurso. Por desgracia no recuerdo alguno de sus discursos. Tengo mala memoria para ciertas cosas. Terminadas sus palabras, él mismo empezaba con la repartición. Tomaba uno a uno los regalos de la mesa y leía el nombre de la persona al que le pertenecía y de parte de quién lo recibía, el mencionado tenía que acercarse a recibirlo y dar las gracias.

Los pequeños que, éramos los que obviamente recibíamos juguetes, terminada la ceremonia corríamos a abrir los regalos. Cuando requerían armarse, los hermanos mayores se ponían manos a la obra en ello, una vez listo, no dejábamos de jugar hasta casi llegada la luz del día; nuestros padres haciendo maravillas para que no nos distrajéramos tanto, cenemos y durmiéramos.  Pero díganme: ¿quién le quita la emoción a un niño de tener un nuevo juguete entre manos? ……..Sí qué extraño aquellas navidades. Añoro aquellos días de mi niñez. Era un compartir único, había una magia que con el tiempo se fue perdiendo. Lamentablemente todo cambia cuando uno crece. 

Por ello, no dejen de atesorar todos los momentos especiales, por más pequeño que sea, aunque solo dure unas horas y pequeños minutos. Compartan todo lo que se pueda mientras puedan hacerlo, porque una vez que pasan ya no vuelven más.  Aunque dependa de nosotros mismos su retorno, aun así, no suelen tener la misma esencia.  

¡¡QUÉ TENGAN UNA FELIZ NAVIDAD TODOS!!