lunes, 22 de junio de 2015


Bajo el agua fría cayendo sobre mi cabeza y recorriéndome el cuerpo, recordé las únicas palabras que mis ojos aferraron en la memoria esa noche. Mis labios exhalaron esas frases con una amarga sonrisa: Te quiero mucho, espero vuelvas pronto….antes de que me marche.
El corazón amenguo el dolor que resonaba en la cabeza, mientras contemplaba el suyo algo distante cuando la tensión de los hombros se relajaba con el agua.
Sentía tanta fragilidad que me preocupé. Y contemplé la diferencia del dolor que podría sentir por el resto, ante la fuerza con la que intentaba asordarlos por el propio. Esta vez la sensible era yo, y no tenía palabras que pudieran eliminar lo que sentía.
Salí de la ducha, me cambie y busqué unas pastillas para la migraña, tomándolas me dirigí a la habitación y encendí el computador, busqué algo para leer y sintonicé una radio en red para distraerme. Mientras todo cargaba, busqué un incienso y contemplándolo en mis manos junto al fuego del encendedor, lo vi arder hasta que el rojo incandescente y el relajante olor de mirra llegaron al fondo de mi confusa y dolorida memoria.
Decidí desconcentrarme de todo con la lectura. El mañana llegaría pronto y sería otro día para olvidarme del pasado, concentrarme en el presente sin preocuparme del futuro. Solo viviendo cada instante como siempre lo había hecho, siguiendo mi psicología: concentrarme en la realidad y apartando al dolor de la consciencia; sola, por lo menos hasta que todo acabe.    




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