viernes, 21 de marzo de 2008

SECRETOS

La noche ya estaba amainándose al percatarme que mis ojos aún no se habían cerrado en un sueño. Me había olvidado por completo de Morfeo. Al parecer la voluntad de mis pensamientos fueron más fuertes esta vez.
Con el cuerpo apoyado en la ventana, dejo que la brisa matinal golpee mi rostro, removiendo suavemente mí cabello, y que el café de mis ojos se impregne del sutil amarillo del astro, resurgiendo en el horizonte, posicionándose de un nuevo día.
No sé por qué, me pareció irónico no derramar ni una sola lágrima al ver poco a poco el día asomar. Era como si se hubieran quedado vacíos desde que perdí a Carlos. Con él, llegue a compartir sólo dos amaneceres en nuestros dos años de convivencia. Pero cuando todo acabo, sentí morir, consideraba que mi vida ya no tenía sentido si no era a su lado; parece estúpido, pero para mi lo fue así…“Ringggggggg”…mmm, el no menos acostumbrado timbrar del teléfono, que la mayoría de las veces resultaba ser mi despertador, provocó el escabullido de mis pensamientos y el abandono de mi visión al bello día para inundar mis oídos del simple y desquiciante sonido. Las tres timbradas acostumbradas me llevan a Elisa, y la primera vez que fui capaz de admirar el inicio de un día entre palabras, en la más cálida de las voces. De pronto me llenó de una melancolía fugaz por el pequeño recuerdo, pero preferí dejar la melancolía junto a la ventana y su día, para prepararme en recibir a mi mejor amiga, que ya está en camino.
Decido eliminar el rastro de insomnio bajo el agua caliente de la ducha. Ya cuando siento el agua golpear mi piel. Quise disfrutar cada momento; desde el jabonar de mi cuerpo y lavar de mi cabello, hasta el suave recorrido del agua por cada rincón de mi propio ser.
La concentración me saca de la conciente realidad sino hasta que escucho una conocida voz recorriendo la estancia en mí busca.

– ¿Te estás duchando?
– Ya termino, espera un momento.
– ¿Qué, aún no sales?

La puerta de las cuatro paredes que me mantenía aislada fue abierta de golpe; provocando que rápidamente mi desnudez fuera cubierta por el albornoz.

– ¡Oye! Sabes que no me gusta que hagas eso.
– No exageres que no veo nada nuevo…ja, ja, ja.
– ¬¬u

A sus palabras una toalla fue atropellarse contra su rostro.

– ¡Ey!...Iré a preparar el desayuno.

Antes de partir, regresó la acción y sale huyendo de su travesura, sin que pudiera hacer nada.
Coloco la toalla sobre mi hombro derecho y giro mi cuerpo para posicionarme frente al espejo, que mostraba un reflejo poco perceptible; con una de mis manos limpio parte del nublado vidrio, permitiéndome así solo observar parte de mi rostro. Mis ojos cambiaron a un triste mirar, recordándome cuanto iba a extrañar las imprudencias y travesuras de mi loca visitante.
Al llegar a la sala, conducida por la melodía que recorría la estancia, sonrío meneando la cabeza al observar a mi acompañante con mitad de cuerpo sumergido en la nevera. Parecía una niña en su baúl de juguetes buscando el preferido.

– Están en el baúl del desván.
– ¿Qué?...¡¡Auchs!!...¿qué dijiste?
– ¿Regresaron a la fiesta?

Aliviando el golpe en su cabeza con una de sus manos. Apago la risa con la taza de café en los labios, mientras me posiciono descuidadamente de una de las sillas.

– No, no tenía ánimos de regresar así que fuimos a casa... ¿Quieres mermelada?
– Un poco, gracias.
– Me hubiera gustado que te quedaras más tiempo.
– Me dolía un poco la cabeza, aparte de eso el ruido no ayudaba.
– Ya te he dicho que vayas al médico por…
– Ahí vamos nuevamente…
– Está bien, está bien…sólo te digo que necesitas nuevas medidas para esos anteojos.
– Tú sabes que no he tenido tiempo, peor con el viaje, además las medidas de mis lentes están bien.
– El regreso de Carlos no tiene nada que ver con este viaje, ¿cierto?

No dije nada. Sólo bajo la mirada a mi taza de café para no mirar sus ojos, hasta que siento levantar mi mirar por su mano. Tan solo me sonrió, para luego posar sus labios en mi frente y abrazarme.
Su abrazo era tan reconfortante, que me deje embriagar de su calidez sólo por un momento. Forzándome a expulsar el sonido de mi voz:

– No metas a Carlos en cada cosa que haga…
– Ok, no mencione al imbécil, pero te extrañaré un montón.
– ¿Y crees que yo no?
– Me tendrás cada cinco segundos llamándote, para que no se te olvide mi melodiosa voz.

Aclarándose la garganta. Le di un golpe con el dorso de mi mano en el estómago, para que se le baje la presunción, a lo que añadí:

– Ja, ja, ja…Eres una presumida.
– Para que ocultar la verdad ;-D

Después del alardeo. Toma posesión de la silla a mi lado y disfruta por fin de su café.

– ¿Y?
– ¿Y, qué?
– ¿Cuánto tiempo te privaras de mí?

Apoyando el codo sobre la mesa y la cabeza sobre mi mano, me quedo observando como parte de su cabello cubre un ángulo de su rostro mientras se prepara una tostada. Grabo con detalle cada acción hasta que el café de su bebida me mira en sus ojos.

– :-S ¿Va ha ser mucho?

Ante su interrogante le sonrío antes de abandonar su mirada para posarla a mi bebida y decirle:

– No lo sé.
– No me has dicho todavía de qué es el viaje. Aunque yo sigo pensando que es por ese idiota.
– Y dale con lo mismo…

Me levante de la silla, dirigiéndome al lavadero, mientras escuchaba sus protestas a mi espalda.

– ¿Y así me dices mejor amiga?...Creo que esa denominación no me va…
– No es nada importante…
– ¿Y entonces por qué no me lo dices? Acaso es tan difícil decir negocios, vacaciones, ¡Carlos!
– Ya me cansaste, déjame en paz con ese asunto.

Me dirigí al cuarto sin escuchar por fin ningún reclamo; hasta que después de unos minutos de encierro, unos leves golpecitos tocaron la puerta.

– Abre la puerta… Anda, Angie.

Le quite el seguro a la puerta y me senté en la silla frente al tocador, dándole la espalda y mi rostro mirándola a través del espejo. La miro asomar su cabeza con los ojos cubiertos por una de sus manos y diciéndome:

– ¿Estás vestida?
– ¬¬

Tomo el cepillo de cabello para peinarme, en tanto ella se recuesta en el marco de la puerta con los brazos cruzados mirándome por el espejo, lo que me incomodo un poco; esto provocó que se acercara, me rodeara con sus brazos y pusiera su barbilla en mi hombro para darme luego un beso en la mejilla.

– No te molestes conmigo.

En silencio nuestras miradas se cruzaban a través del espejo.

– Perdóname.
– No tengo nada que perdonarte.

Me abraza más fuerte. Separándose luego para treparse a la cama, coger la almohada a su lado y juguetear con ella.
Me mantengo en la silla, pero me giro para mirarla. Cuando voy a pronunciar una palabra, el sonido de su celular las interrumpe.

– Hola…Con Angie…No creo, tengo mucho que hacer…Aja, sí, yo te llamo…También, ok, yo le digo…Chau. Alex te manda saludos.
– Ah… ¿se verán más tarde?
– Creo que no. No tengo ganas.
– ¿Por qué, pasa algo?
– No. Nada – Se tira hacia atrás, extendiendo todo su cuerpo sobre la cama – Que flojera – De improviso se levanta y me pregunta intrigada – ¿No has dormido?
– ¿Por qué lo dices?
– Porque tu cama está hecha.
– ¿Acaso no la tiendo para que me digas eso?
– No me refiero a eso. ¿Estás evadiendo mi pregunta o me parece?
– Claro que no, y sí, dormí como un lirón, ¿contenta?
– Angie…

Sin ánimos de más interrogatorios me dirijo al despacho, pero fui detenida del brazo, obligándome a enfrentarla.

– Ángela, mírame –. Escudriña en mi mirada buscando su verdad, la cual no pensaba ni pienso aceptar.
– ¿Qué te pasa? Ya te respondí.
– No me refiero a eso. Es más, ¿No crees que esa pregunta te la debería hacer yo?

Al ver tan cerca sus ojos llenos de inquietud; se enfunda mi repentino fastidio en incertidumbre, al quizás no ver más su café.
Pongo mi mano sobre la suya, que sin dañarme, aún seguía presionando mi brazo.

– Sabes que no debes preocuparte por mí :-)
– Y tú que no puedes pedirme eso.

Su rostro preocupado me pedía silencioso alguna explicación. Pero en mí sólo nace un deseo de abrazarla, y no desprenderme de ella jamás. Y así acorto el espacio, aumentando su preocupación.

– ¿Qué pasa?

Lo que menos quería era escuchar su voz. Necesitaba su silencio, que las preguntas se desbarataran con el abrazo. Pero con ella pedía un imposible. El lenguaje corporal no le era suficiente, siempre tenía que completarlo con las palabras.

– Nada… Sólo quiero abrazarte –. Respondo sin soltarme, aún pidiendo el silencio.

Acariciándome el cabello me separa ligeramente de ella para buscar alguna explicación a lo inadvertido. Mirando la duda en sus ojos, le dije:

– ¿Acaso no puedo sentir necesidad de abrazarte?
– La necesidad es falta de algo.
– Claro que no.

Elimine el espacio que nos mantenía unidas, para dar marcha a donde me dirigía en un inicio, pero de repente el sonido del teléfono me detiene. Y Elisa, dándome la espalda, se acerca a él para contestar por mí.

– Aló – Se gira de repente con una expresión de sorpresa y molestia aunadas – Si, un momento. Te llaman – deja el auricular a un lado –. Se me hace tarde, ya hablaremos.

Sale de la habitación, sin decir más palabras, ni esperar las respuestas que no le pensaba dar. Me quede viendo cuando tomaba las llaves de la mesilla, descolgaba la casaca del gancho detrás de la puerta y se marchaba. Pienso en detenerla, pero prefiero acercarme al teléfono que esperaba mi atención.

…Fin

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