domingo, 30 de noviembre de 2008
VIVIENDO
Todo está oscuro, no encuentro ni un rastro de luz. Voy andando a ciegas, pero mis pasos son seguros, creo que este escenario lo conozco muy bien. Voces poco legibles se encierran en la oscuridad como guías, y gobiernan mis pasos para sacarme de ella.
Mis pies y ojos dejan de buscar, cuando las voces se hacen mucho más claras, poniéndome frente a la escena de mi abuela y a mí recostada en su regazo. Observo como ella acaricia mi cabello, mientras tararea una tonada que siempre cantaba para hacerme dormir. Poco a poco me acerco a la imagen, y por un momento deseo estar en mi lugar. De pronto la niña hizo lo que yo quise, rodear a la anciana en un abrazo. Y con eso detuve mi andar. El canto se ha detenido, las caricias cesan y las miradas se cruzan. La niña ha dejado de serlo, y soy yo ahora la que me hallo viendo los profundos y cansados ojos cafés de mi abuela. Lloro al verla frente a mí y la vuelvo a abrazar.
– Te extrañe.
– Pero por qué si nunca me fui, me mantuviste con vida en tu corazón.
Regreso a ver sus ojos, pero desciendo los míos.
– Yo…
– Shhh… – Levanta mi rostro para seguir cruzando las miradas – No disculpes tu ausencia.
– Quisiera tener fuerzas, – Haciendo puños – pero siento como si se me escapan de las manos.
– Debes confiar en tu corazón – Con sus manos sujeta las mías deshaciendo la fuerza ejercida en ellas.
Mi alma se aleja de la dulzura de su mirada cuando en su rostro se expresa una sonrisa, en tanto limpiaba mis lágrimas. Estoy cambiando de escenario, vuelvo a la oscuridad, escucho otra voz, pero ésta ya no es la de mi abuela ni la mía.
–… Regresa…
Una luz llega a mis ojos. Mi visión está algo torpe, intento hablar pero la voz no aparece, tengo la garganta seca. Giro mi cabeza en la dirección de donde procedió la vocecilla; encontrándome con una cabellera negra apoyada sobre mi mano, que me sorprende no sentir su peso. Desesperadamente ordeno a mi cerebro dar movimiento a la mano que tiene sujeta mi celador. Creo lograrlo cuando un rostro se acerca al mío.
– Ángela – Mi nombre es pronunciado con desesperación.
Aún mi visión no enfoca y la voz no la hallo en mi cabeza; la cual se aleja para que aparezcan otros rostros y voces que me seguían siendo nada. Empezaron a revisarme y dan indicaciones a quien encontré a mi lado al despertar. ¿Elisa?, por fin un nombre vino a mi cerebro, estoy tomando conciencia de lo que me está rodeando. El desmayo, pero ¿cómo es que está aquí?, miles de incógnitas se albergan y no encuentran respuesta, pero me alegro ver el rostro de mi amiga a mi lado. Se le nota cansada, ha llorado, hay fragilidad en su rostro.
Uno de los ángeles blancos la saca de la habitación, quedándome en asistencia y cuidado de los dos restantes. Después de hallarme estabilizada y aumentar ligeramente la humedad de mi garganta se alejan para dejarme sola con la tenue oscuridad de la habitación. Pero ¿Dónde está? ¿Tengo que prepararme para sus reprimendas? Ah no, porque si es así ya puede ir regresando de donde vino… Maldita sea… ¿A dónde demonios se la han llevado?... – Elisa –...mi voz, ¡ya tengo voz!…está tan susurrante, así no creo poder llamarla. ¿Cuánto ha pasado? La puerta no se abre y la apenas corrida cortina de la ventana me muestra un cielo lleno de estrellas.
– Ángela.
El nombre llegó a mis oídos y una caricia surcando mi cabello hace que retroceda la mirada. Es mi primera petición, con los ojos inflamados por la pérdida de sueño y aumento de líquido. Le sonrío queriendo con eso disminuir el dolor de sus ojos.
– E…
La voz nuevamente casi pérdida es detenida no solo por la resequedad sino también por una de sus manos impidiendo delicadamente mis intentos.
– No te esfuerces – Dijo antes de buscar un algodón húmedo para humedecer al silencio, sin dejar de acariciarme el cabello.
Prefiero no seguir al silencio forzado y detener su mano auxiliante.
– Tiempo.
– Has estado dos días inconsciente.
Trago dificultosamente y pregunto con la mirada: “¿Cómo es que estás aquí?” Sus ojos fijos en los míos y la seguida respuesta a la muda pregunta me dieron a entender su rápido entendimiento.
– La persona que te auxilio me comunicó de tu desmayo e inmediatamente viaje y aquí me tienes desde tu primera noche en este hospital. No debiste hacer esa locura.
Regreso la mirada al cielo estrellado, antes de hablar.
– No tenía un sitio aquí…necesitaba encontrarme…esa fue la única manera de reconstruir un recuerdo que me regrese a casa.
– Que estupidez – Se acerca a la ventana, corre la cortina y me enfrenta molesta. – ¿Por qué?
– Ya te di el porqué.
– No me refiero a tu viaje en el tiempo.
Su ocurrencia hace que sonría un poco, hasta que sus seguidas palabras son expulsadas con brusquedad.
– ¿Porqué sonríes? ¿Acaso he dicho un chiste?
– No –. Le digo sin huir de su mirada.
– ¿Por qué me ocultaste tu enfermedad?
– ¿Debería habértelo dicho?
– Somos amigas o ¿no?
– Eternamente.
De repente me da la espalda, se acerca a la cortina que antes había cerrado y la abre para mirar fuera. Pero sé que no es para ver a las moles de concreto ni perderse en el firmamento, sino para ocultarme sus lágrimas que sé, intentan retener sus ojos. Quiero levantarme a consolarla pero mi estado impide hacerlo.
El silencio se torna desquiciante, necesito de ella, lo factible a regresarla es pedirle que vuelva a calmar mi sed.
– ¿Puedes darme agua por favor?
La voz es auxiliada, con su cuerpo en movimiento, dándome lo que requiero. A penas el líquido humedece las cuerdas, le digo lo que también deseo escuchar en su voz.
– Te amo.
Se me abalanza en un abrazo, susurrándome lo mismo, llorando, liberando por fin su dolor frente a mí. La fuerza que antes no tenía, la saque de donde mejor pude para ser su soporte, su consuelo en mis brazos. Acaricio su cabello. Su llanto me arrastra, sin palabras consolándonos en el llanto y en nuestros brazos.
He pasado una semana en este matadero, detesto los hospitales. Elisa no se ha desprendido de mí ni un instante, pero hoy se me escapó, justo cuando me dan de alta. Ya me estoy desesperando, si no viene me escapo. Me acerco a la ventana para ver al limpio cielo.
– Angie.
Volteo rápidamente, provocando un mareo, el que oculto sujetándome del marquillo de la ventana.
– ¡Por fin! – Me alejo de la ventana lentamente para sentarme en la cama – ¿Pensabas dejarme enclaustrada aquí?
– Solo fueron unos minutos – Frente a mí, colocando un mechón de mi cabello detrás de mí oído – Vayámonos de aquí.
– ¿A dónde iremos?
– ¿Quieres salir de este lugar o no?
– Por supuesto, si me llevas bajo un puente yo feliz.
– Ja, ja, ja…entonces vamos.
– Lo del puente es broma.
– Mmm… – Con una mano en la barbilla – Ya lo estaba considerando :-P
Sonriéndonos. Ambas cambiamos nuestras miradas a la puerta que se abre y que da paso a un enfermero con una silla de ruedas. Ocupe mi lugar y soy transportada por él, para que Elisa lleve un bolso que contenía algunas de mis pertenencias. Al estar ya fuera, soy conducida hasta un auto aparcado cerca a la puerta. Me levanto e ingreso a sentarme en el asiento del copiloto. Veo a mi amiga despedirse del enfermero, guardar el bolso en el asiento trasero y entrar al auto.
– Ahora donde nos lleve el viento.
– ¿Cómo que el viento? :-S
– Ja, ja, ja…Quita esa cara, ¿dónde quedo tu espíritu aventurero?
– En el hospital…:-P
– Ja, ja, ja
La travesía fuera del hospital se lleva en silencio. Miro conducir a Elisa, y el paraje que me muestra la velocidad del auto. Algo aburrida, enciendo la radio, buscando alguna estación agradable. Justo encuentro una canción que ya está avanzada, pero dejo su tonada seguir…“…Ecco come si finisce poi, inchiodati a una finestra noi, spettatori malinconici, di felicità impossibili...Tanti viaggi rimandati e già, valigie vuote da un'eternità...Quel dolore che non sai cos'è, solo lui non ti abbandonerà mai, oh mai!…”… Me quedo en silencio con la cabeza apoyada en el asiento, cierro mis ojos para disfrutar de la fuerza de su voz y la profundidad de la letra, pero me sorprendo con otra que quiere competir con la de la cantante… –…Te daría mi mirada para hacerte ver lo que quieras. La energía, la alegría para regalarte sonrisas. Di que si, siempre si, y podrás volar con mis alas…– Mi amiga me deleita con esa frase, la miro mientras busca frases exactas que cantar…–…Es tan bello abrazarte aquí, defenderte y luchar por ti…Y vestirte y peinarte así, y susurrarte no te rindas más…– Una de sus manos deja el volante para acariciar mi cabello y delinear parte de mi rostro, la simpleza de su caricia provoca que mis ojos se cierren y mi mano tome la de ella, al entrelazarlas, lleva mi mano a sus labios para besarla y sonreírme después.
– Prefiero a la cantante.
– ¬¬…No te vuelvo a cantar.
– Ay pero que sensible :-P
– ¬¬…:-P
Seguimos el camino, ya no en silencio, sino dejando que el resto de canciones que sintoniza la radio nos lleve en cada canción. No sé donde me lleva, pero no me importa, aunque el camino se me hace algo familiar.
El auto va disminuyendo su velocidad, hasta que se detiene, el lugar al que hemos llegado se ve solitario, pero no descuidado. Sigo observando desde dentro del auto, hasta que se abre la portezuela para que descienda.
– Llegamos a casa – Extiende su mano para ayudarme a bajar.
Bajo y me quedo observando la fachada. Al escuchar cerrar la puerta, siento sus brazos rodearme la cintura para atraerme hacía ella, y luego reposar su cabeza en mi hombro.
– Un pequeño viaje al pasado. ¿Te gusta?
No sé que responder, la imagen no llega a mi, estoy comenzando a olvidar. Es una casa antigua de madera, con una escalera de dos escalones que da paso al pórtico; el que contiene un banquillo en una esquina. He estado aquí antes.
– Entremos.
Tomadas de la mano ingresamos.
– No ha cambiado mucho. Los nuevos dueños se iban de viaje, y pues nos ofrecí cuidarla.
– A mi ni me preguntaste.
– Estaba segura que aceptarías. Además se supone que era una sorpresa y no podía hacerlo.
Recordé por fin donde estaba. La casa de mi abuela a mis ojos si que ha cambiado. Miro a mi acompañante que está más que feliz por darme esta sorpresa. Me acerco y la abrazo susurrándole al oído:
– Te quiero mucho. Gracias.
Sentada en el pórtico, con el fin del día desapareciendo. Repaso mis días aquí. Cuando nos instalamos, me sorprendí encontrar que el resto de mis pertenencias habían sido trasladadas y colocadas en la habitación que había ocupado de niña. Elisa también se ubico en el mismo cuarto, con una cama portátil; alegó que no quería ocupar otra habitación porque le daba miedo estar sola. Este recuerdo me hace sonreír.
– Una lira por tus pensamientos.
Sentada a mi lado mirando el mismo escenario. Coloca un brazo alrededor de mis hombros.
– ¿Qué dice Alex?
– ¿Esos son tus pensamientos?, no pago.
– Tonta… ¿Está bien?
Sin desviar la mirada. Siento la suya en el perfil de mi rostro.
– Cuando me vine lo estaba. Dice que me extraña.
– ¿Y, tú?
– No tanto como quisiera.
Nos miramos y ella me sonríe. Atrae mi cabeza para recostarla en su hombro, la besa y acaricia con la mejilla. En silencio se queda, en tanto nuestros ojos contemplan la muerte del sol, y su luz es remplazada por la de los faroles ubicados en ambos extremos de la puerta.
Otra noche se ha ido dejándome nuevos recuerdos que tal vez desaparezcan, pero que permanecerán en ella. Aún está dormida, sus ojos ya no se notan tan cansados; sin embargo se ven tristes, a pesar de estar cerrados no dejan de mostrar un ceño preocupado. Ahora que la veo, sigo pensando que esto no es justo para ella ni para mí, pero debo confiar en mi corazón y enseñarle ha hacer lo mismo. Hizo un mohín con la nariz :-) ¿qué estará soñando? – Que tus sueños sean siempre felices – Le susurro al viento para que los lleve a sus sueños. Me levanto despacio, para no despertarla, y dirijo mis pasos al servicio. Me veo al espejo, mi rostro está tan pálido, sonrío y hasta ella no tiene encanto. ¿Otra vez los mareos? Oh por Díos no.
– ¿An?
Siento unas manos tomar mi cuerpo en auxilio, las que supongo son acompañadas por una voz llena de temores, pero no puedo contestar porque mi boca está ocupada en el retrete.
– Pasará… – Recoge mi cabello y frota mi espalda – tranquila…solo…solo…maldición creo que es mejor ir al hospital.
Al decir la palabra mágica me repuse, de ninguna manera iba a regresar a ese lugar.
– No.
– Los vómitos se están volviendo más frecuentes, y los dolores de cabeza ya no te dejan dormir.
Ayuda a incorporarme para poder sentarme.
– Solo hay que aumentar la dosis.
Sale para ir por las pastillas, en tanto lavo mi rostro.
– Ya lo hemos hecho. No seas terca. Aunque no quieras te llevaré a rastras.
Ingiero los medicamentos.
– ¿Para qué? ¿Crees que en una cama de hospital llena de agujas hará que me recupere? – La enfrento cansada.
– Por lo menos te ayudarán a…
– ¿A qué? ¿Mantenerme con vida?
Se arrodilla para asir mis manos y con su voz casi quebrantada y ojos dolidos me dice:
– No me hagas esto…
– No lo hagas tú conmigo…– Elimino una de mis manos de su agarre y acaricio su mejilla – No esperes que la aguarde ahí.
Desciende su rostro resignado y lo deja descansar en mi regazo sollozando.
– No es justo… ¿Por qué tú, y no yo?…Le dije que iba hacer buena, o acaso mis palabras no valen nada para él.
– No digas eso.
– ¡Porqué no!, cumplí con mi promesa y él ya no quiere cumplir con la suya.
Se aleja de mí sin modos de entender. La sigo al cuarto y la veo sentada en mi cama con los brazos apoyados en sus rodillas y las manos sujetando su cabeza.
– Elisa, escúchame, las cosas no son así.
Parada frente a ella. Me mira llorosa.
– ¿En qué me he equivocado?
– En nada, no te has equivocado en nada…las cosas son así, todo tiene un inicio y un final…
– No todo lo tiene.
– La vida si.
Se levanta furiosa.
– ¡Entonces por qué carajos nos da la vida si después nos la va a quitar!
– Solo nos queda aceptarlo.
– Si, ya lo veo…tan resignada estás que no luchas por vivir…te dejas morir… ¿Por qué?
– Si lo hago.
– ¿Entonces por qué no vienes conmigo al hospital?
– Estoy luchando por mantenerme aquí contigo, viviendo cada instante por ti, porque lo necesito…– la miro con los ojos llenos de lágrimas – Elisa yo lo acepte ¿por qué tu no?
Me quedo sola en la habitación sin respuestas, escucho el motor del auto y los neumáticos rechinar por la presión de la velocidad ejercida en ellos.
Aunque no queramos nuestros deseos se están debatiendo con nuestras aceptaciones, y eso ya de por si empeora las cosas. ¿En qué y en quién creer cuando te enfunda el reto del perdón?: ¿A la vida por darnos sufrimientos cuando nos supo regalar alegría, a la muerte por cortarnos lo que hubiera podido venir después, y a Díos por poner el límite? La respuesta no es perdonar a Dios, ni a la vida ni a la muerte, es perdonarme a mi misma por dejar entrar al miedo, perder la fuerza y la aceptación que siempre declaré sin temor. No porque no halla sido feliz en algún momento sino porque es la ley natural del existir; nada es eterno, y es más fácil empezar a entenderlo cuando se es una niña. Ver poco a poco apagarse la vida, a lo que más quieres extinguirse como la vela de un altar. Así vi y supe que la muerte existía, cuando me alejó de mi padre, junto a la perdida de la fuerza y ganas de vivir de mi madre. Ahora sé lo que tal vez vivió mi padre y temo que lo de mi madre se repita en ella.
El tiempo se me pasó en los vagos recuerdos de mi pasado, mi memoria ya no es tan buena como antes, algunos recuerdos se han esfumado en el aire, pero como al más delicioso de los perfumes los he rebuscado desesperada en la tienda que resguarda a los de Elisa. Ella me los regala manteniendo su aroma en mi piel; es tan exquisito tenerlos de regreso, me hacen saber que aún existo.
Y con esa fuerza de recuerdos y sentido de un cuerpo junto al mío en el lecho, mis ojos toman conciencia de la realidad que me rodea. La esencia de los recuerdos llega a mis sentidos para complacerme en la franqueza de sus ojos detallando los míos, el aroma de su piel al acariciar mi rostro y la melodía de su voz zambulléndose en la caracola de mis oídos, cuando salió de entre sus delgados labios.
– ¿Qué haré sin ti?
– Vivir.
– ¿Cómo, si no estás?
– Aún sigo aquí.
Acaricio su mejilla al ver una lágrima resbalar por la curvatura de su nariz y caer como una pequeña gota de agua sobre la almohada.
– Mi cuerpo no estará aquí, pero mi alma estará siempre contigo si me mantienes con vida aquí.
Coloco la mano que antes acariciaba su rostro y la poso sobre el motor de sus latidos. Ella también coloca su mano sobre la mía, se acerca un poco más e instala un beso sobre mi frente y mirándome después, tragando un poco para que su voz no falle.
– En mi corazón has estado y estarás siempre.
– Eres una mentirosa – Sonriéndole.
– :-S
– Ahora dices eso, y por qué antes preguntaste el cómo vivirías si no estaba. – Sonrió – Así.
– ¿Qué?
– No dejes de sonreír, mantenla siempre.
– :-)
– Eli, quiero que me lo prometas.
– Lo haré.
– :-) Aparte de eso.
– No entiendo.
– No hagas lo que hizo mi madre, prométeme que vivirás, que no me seguirás.
Sus ojos se cierran y el silencio los acompaña. Espero su meditación paciente. Parece dormida. A pesar de que están pasando minutos estos me parecen horas. Su meditación me niega con sus parpados, pero sé que tras ellos me encuentro. Creo que es mejor ayudarla a salir del encierro.
– Eres fuerte, no tienes porque olvidarlo – limpio su rostro de sus lacios cabellos que también me la quisieron ocultar – mírame, no me niegues tus ojos.
– No lo hago, sólo intento pincelarte tras ellos.
– Tienes miedo que los recuerdos no basten y yo temo que ellos te maten.
– No lo harán.
– Prométemelo entonces, porque tus ojos me dicen que si.
– Si crees tener la respuesta, para qué la quieres hablada.
– Porque la necesito.
– ¿Necesitas que te mienta? o ¿qué te repita lo que ves? – mí silencio no le da respuestas – Yo no tengo por quién seguir.
– Por ti, por quienes te aman.
– No me importan.
– No dejes que mi alma muera contigo, que nos perdamos y no podamos encontrarnos una vez más.
Su mirada se queda fija en la mía, suplicando una nueva promesa, hasta que el silencio se parte en sus labios.
– Será difícil, pero lo intentare, eso te puedo prometer por ahora…intentarlo.
Los días han sido difíciles. Mis limitaciones cada día se acrecientan y me vuelven casi inútil, pero ella siempre aquí, mi última y primera imagen con la cual despierto y duermo tras mis ojos. Ambas viviendo al máximo cada instante, cambiando lágrimas por sonrisas y flaquezas por fortalezas.
– Eli.
Su voz surcó mis oídos y sus brazos me aferran más con sus caricias para hacerme sentir su presencia y confort.
– Aquí estoy.
– ¿Siempre?
– Sí.
Me gusta su recuperada confianza junto a la mía, más porque sabe que no la dejaré sola.
– ¿Y, yo?
– También ^_^
El amanecer que nos cerca con su nacimiento en el lejano horizonte, tan bello y perfecto, provoca que me deje llevar por él. Y en el regalo de su cuerpo calentando el mío, dejo descender a mi alma suspirando al hacerse una con la de ella. La dulzura de su voz me saca de la exquisita sensación para relatarme una extraña narración de las almas gemelas, el cómo enreda nuestras almas sin ángulo de separación, me lleva anhelante a esconderme entre sus brazos del tiempo; y entre ellos, creer en la igualdad de las almas, en el destino y no dejar a las casualidades como lo son; acoplarle al destino otro a pesar de su prediseño y forjar uno que me mantenga por siempre con la razón de mi vida.
Ya los colores traslucidos del amanecer están rozando nuestra piel; llenándome con un día más de vida, sin el miedo de irme y dejar todo a la suerte para ella. Aprendimos juntas a aceptar lo que nos tocó vivir, y los que nos espera aún por venir, porque nuestras almas se unirán otra vez, como su relato, almas consignadas a unirse tiempo tras tiempo, y reconociéndonos de entre nuestros afines tras la eternidad de ellas, para mantenernos unidas a pesar de la distancia. Y para reafirmar que no nos importa lo que en cualquier momento puede llegar, su voz otra vez me llama para dictarnos la última promesa.
– Siempre estaremos juntas. Te llevaré conmigo a donde vaya.
– Y yo te mantendré conmigo en donde esté.
…FIN.
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2 comentarios:
Holas!!!!! y mares,,jeje...pues ..solo decir q la historia ha estado bonita,la narracion muy buena,lo haces con una serie de expresiones q hacen sentir casi como si se pudiese ver,como si fue real...eh,bueno spero q lo sigas haciendo,son buenas las historias q escribes,y pues tienes razon,todo tiene un inicio y un final...
Comentario de:
Elena (Julio 11 del 2007)
Gracias por tú opinión, es bueno saber que se lee lo que escribo, y que te ha gustado ésta. Mayormente me tienden a tildar de melancólica con las historias que salen de mi imaginación; sin embargo no es tristeza y mucho menos quiero ganarme el premio de "Los pañuelos"..ja,ja,ja,ja..que ocurrencia la de mi querida amiga. En fin es solo que siempre me ha gustado encontrar ese límite que existe entre la vida y la muerte, esos sentimientos que duelen cuando se está en el punto final y empieza la suspensión al otro, que en realidad existe y no darnos de golpe con la nada. Y es lo que intento constar en esas historias "melancólicas" que salen de mi cabeza y ponen en movimiento mis dedos para escribirlas. Ahora, ¿qué te diría de las palabras de Angie ("todo tiene un inicio y un final")?...mmm...te repetiría lo que dice mi adorada Elisa "no todo lo tiene"...solo recuerda eso.
(Comentado: Julio 14 del 2007)
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