sábado, 29 de marzo de 2008


Acaso nos hemos puesto a pensar aunque sea por una micra de segundo: qué es lo que pasaría si el mañana ya no existe más?, si de aquí a mañana nuestro cuerpo no es nada más que materia inerte y sin vida… Yo no me exonero de este pensamiento, porque siempre va haber un momento en el que se nos cruce por la cabeza. Y es al escuchar y/o ver el video de Ronan Keating (If tomorrow never comes) es que me pregunto concienzudamente, si seré indispensable para alguien, si mi ausencia dolerá tanto como cuando me enfrento al dolor del alma al hallarla refundida en el olvido; si lo que di será suficiente para por lo menos obtener una lágrima en ojos poco extraños; o si en realidad llegué a expresar, no solo en palabras sino en acciones, al sentimiento más eterno, mi amor por ti. Qué ocurrirá si después de volver a tu regazo para enredarme por solo un momento en tu cuerpo, oír al silencio de tu voz, reflejarme en la oscuridad de tus ojos, y sentir al amor en una sonrisa. Al alejarme por un instante de tu materia, la mía se haga nada, simplemente la vida ya no pertenezca a los sentidos sino a la existencia de los recuerdos. Es por eso que por medio de estas palabras, que pueden ser o no nada, quiero decirte que siempre te amé y si no lo dije antes por miedo a perder, lo digo y lo diré siempre, te amo, no por tu trato o por como eres, no porque me guste tu sonrisa o tus ojos, sino por existir, ser un ser no perfecto, ser parte de mi silencio, y ser aquel ángel y demonio que me hizo saber que es sentir de verdad desde todos sus ángulos perfectos e imperfectos. Y perdóname en silencio sino soy la amiga que algún día deseaste tener.

sábado, 22 de marzo de 2008

Si antes no fui capaz de entenderte, y si ahora he fijado la magia del entendimiento en sus principios, si los obstáculos que cerraban mi corazón los hice nada para que gustosos se amarraran a una tarde inmoribunda y una noche en la que se descubran los regalos como si fuera navidad. Porque ahora que ya no hay un toque de ironía entre lo furtivo de nuestros abrazos; por qué la sorpresa, de encontrar ya revelados lo más secreto de tus pensamientos... vamos..., por favor no te asustes si al escucharlos revelar oyes mi voz, porque solo soy yo que te los he prestado. Mi vida, mientras miro el mar y dejo de naufragar, un ridículo pensamiento me orilla a colisionar: cuantas cosas que no sabes de mí, cuantas cosas que no puedes saber, cuantas cosas que debes merecer, cuantas cosas que nos podemos llevar un viaje, cuantas cosas que también quiero merecer entre los obstáculos... Porque, si ahora que hay un principio de energía que me empuja a moverme entre lo que digo y lo que hago, que me hace sentir al ruido, y hace caminar el retumbar de los sonidos entre mi corazón y sus obstáculos, por qué, por qué hay tantas cosas que no sabes de mí, por qué hay cosas que ya no quieres saber, porque si los obstáculos de mi corazón antes nos impedían amarnos, por qué ahora el tuyo creo sus propios obstáculos para poder ser felices…¿Por qué? ¿Acaso, ya no me amas?

viernes, 21 de marzo de 2008

SECRETOS

La noche ya estaba amainándose al percatarme que mis ojos aún no se habían cerrado en un sueño. Me había olvidado por completo de Morfeo. Al parecer la voluntad de mis pensamientos fueron más fuertes esta vez.
Con el cuerpo apoyado en la ventana, dejo que la brisa matinal golpee mi rostro, removiendo suavemente mí cabello, y que el café de mis ojos se impregne del sutil amarillo del astro, resurgiendo en el horizonte, posicionándose de un nuevo día.
No sé por qué, me pareció irónico no derramar ni una sola lágrima al ver poco a poco el día asomar. Era como si se hubieran quedado vacíos desde que perdí a Carlos. Con él, llegue a compartir sólo dos amaneceres en nuestros dos años de convivencia. Pero cuando todo acabo, sentí morir, consideraba que mi vida ya no tenía sentido si no era a su lado; parece estúpido, pero para mi lo fue así…“Ringggggggg”…mmm, el no menos acostumbrado timbrar del teléfono, que la mayoría de las veces resultaba ser mi despertador, provocó el escabullido de mis pensamientos y el abandono de mi visión al bello día para inundar mis oídos del simple y desquiciante sonido. Las tres timbradas acostumbradas me llevan a Elisa, y la primera vez que fui capaz de admirar el inicio de un día entre palabras, en la más cálida de las voces. De pronto me llenó de una melancolía fugaz por el pequeño recuerdo, pero preferí dejar la melancolía junto a la ventana y su día, para prepararme en recibir a mi mejor amiga, que ya está en camino.
Decido eliminar el rastro de insomnio bajo el agua caliente de la ducha. Ya cuando siento el agua golpear mi piel. Quise disfrutar cada momento; desde el jabonar de mi cuerpo y lavar de mi cabello, hasta el suave recorrido del agua por cada rincón de mi propio ser.
La concentración me saca de la conciente realidad sino hasta que escucho una conocida voz recorriendo la estancia en mí busca.

– ¿Te estás duchando?
– Ya termino, espera un momento.
– ¿Qué, aún no sales?

La puerta de las cuatro paredes que me mantenía aislada fue abierta de golpe; provocando que rápidamente mi desnudez fuera cubierta por el albornoz.

– ¡Oye! Sabes que no me gusta que hagas eso.
– No exageres que no veo nada nuevo…ja, ja, ja.
– ¬¬u

A sus palabras una toalla fue atropellarse contra su rostro.

– ¡Ey!...Iré a preparar el desayuno.

Antes de partir, regresó la acción y sale huyendo de su travesura, sin que pudiera hacer nada.
Coloco la toalla sobre mi hombro derecho y giro mi cuerpo para posicionarme frente al espejo, que mostraba un reflejo poco perceptible; con una de mis manos limpio parte del nublado vidrio, permitiéndome así solo observar parte de mi rostro. Mis ojos cambiaron a un triste mirar, recordándome cuanto iba a extrañar las imprudencias y travesuras de mi loca visitante.
Al llegar a la sala, conducida por la melodía que recorría la estancia, sonrío meneando la cabeza al observar a mi acompañante con mitad de cuerpo sumergido en la nevera. Parecía una niña en su baúl de juguetes buscando el preferido.

– Están en el baúl del desván.
– ¿Qué?...¡¡Auchs!!...¿qué dijiste?
– ¿Regresaron a la fiesta?

Aliviando el golpe en su cabeza con una de sus manos. Apago la risa con la taza de café en los labios, mientras me posiciono descuidadamente de una de las sillas.

– No, no tenía ánimos de regresar así que fuimos a casa... ¿Quieres mermelada?
– Un poco, gracias.
– Me hubiera gustado que te quedaras más tiempo.
– Me dolía un poco la cabeza, aparte de eso el ruido no ayudaba.
– Ya te he dicho que vayas al médico por…
– Ahí vamos nuevamente…
– Está bien, está bien…sólo te digo que necesitas nuevas medidas para esos anteojos.
– Tú sabes que no he tenido tiempo, peor con el viaje, además las medidas de mis lentes están bien.
– El regreso de Carlos no tiene nada que ver con este viaje, ¿cierto?

No dije nada. Sólo bajo la mirada a mi taza de café para no mirar sus ojos, hasta que siento levantar mi mirar por su mano. Tan solo me sonrió, para luego posar sus labios en mi frente y abrazarme.
Su abrazo era tan reconfortante, que me deje embriagar de su calidez sólo por un momento. Forzándome a expulsar el sonido de mi voz:

– No metas a Carlos en cada cosa que haga…
– Ok, no mencione al imbécil, pero te extrañaré un montón.
– ¿Y crees que yo no?
– Me tendrás cada cinco segundos llamándote, para que no se te olvide mi melodiosa voz.

Aclarándose la garganta. Le di un golpe con el dorso de mi mano en el estómago, para que se le baje la presunción, a lo que añadí:

– Ja, ja, ja…Eres una presumida.
– Para que ocultar la verdad ;-D

Después del alardeo. Toma posesión de la silla a mi lado y disfruta por fin de su café.

– ¿Y?
– ¿Y, qué?
– ¿Cuánto tiempo te privaras de mí?

Apoyando el codo sobre la mesa y la cabeza sobre mi mano, me quedo observando como parte de su cabello cubre un ángulo de su rostro mientras se prepara una tostada. Grabo con detalle cada acción hasta que el café de su bebida me mira en sus ojos.

– :-S ¿Va ha ser mucho?

Ante su interrogante le sonrío antes de abandonar su mirada para posarla a mi bebida y decirle:

– No lo sé.
– No me has dicho todavía de qué es el viaje. Aunque yo sigo pensando que es por ese idiota.
– Y dale con lo mismo…

Me levante de la silla, dirigiéndome al lavadero, mientras escuchaba sus protestas a mi espalda.

– ¿Y así me dices mejor amiga?...Creo que esa denominación no me va…
– No es nada importante…
– ¿Y entonces por qué no me lo dices? Acaso es tan difícil decir negocios, vacaciones, ¡Carlos!
– Ya me cansaste, déjame en paz con ese asunto.

Me dirigí al cuarto sin escuchar por fin ningún reclamo; hasta que después de unos minutos de encierro, unos leves golpecitos tocaron la puerta.

– Abre la puerta… Anda, Angie.

Le quite el seguro a la puerta y me senté en la silla frente al tocador, dándole la espalda y mi rostro mirándola a través del espejo. La miro asomar su cabeza con los ojos cubiertos por una de sus manos y diciéndome:

– ¿Estás vestida?
– ¬¬

Tomo el cepillo de cabello para peinarme, en tanto ella se recuesta en el marco de la puerta con los brazos cruzados mirándome por el espejo, lo que me incomodo un poco; esto provocó que se acercara, me rodeara con sus brazos y pusiera su barbilla en mi hombro para darme luego un beso en la mejilla.

– No te molestes conmigo.

En silencio nuestras miradas se cruzaban a través del espejo.

– Perdóname.
– No tengo nada que perdonarte.

Me abraza más fuerte. Separándose luego para treparse a la cama, coger la almohada a su lado y juguetear con ella.
Me mantengo en la silla, pero me giro para mirarla. Cuando voy a pronunciar una palabra, el sonido de su celular las interrumpe.

– Hola…Con Angie…No creo, tengo mucho que hacer…Aja, sí, yo te llamo…También, ok, yo le digo…Chau. Alex te manda saludos.
– Ah… ¿se verán más tarde?
– Creo que no. No tengo ganas.
– ¿Por qué, pasa algo?
– No. Nada – Se tira hacia atrás, extendiendo todo su cuerpo sobre la cama – Que flojera – De improviso se levanta y me pregunta intrigada – ¿No has dormido?
– ¿Por qué lo dices?
– Porque tu cama está hecha.
– ¿Acaso no la tiendo para que me digas eso?
– No me refiero a eso. ¿Estás evadiendo mi pregunta o me parece?
– Claro que no, y sí, dormí como un lirón, ¿contenta?
– Angie…

Sin ánimos de más interrogatorios me dirijo al despacho, pero fui detenida del brazo, obligándome a enfrentarla.

– Ángela, mírame –. Escudriña en mi mirada buscando su verdad, la cual no pensaba ni pienso aceptar.
– ¿Qué te pasa? Ya te respondí.
– No me refiero a eso. Es más, ¿No crees que esa pregunta te la debería hacer yo?

Al ver tan cerca sus ojos llenos de inquietud; se enfunda mi repentino fastidio en incertidumbre, al quizás no ver más su café.
Pongo mi mano sobre la suya, que sin dañarme, aún seguía presionando mi brazo.

– Sabes que no debes preocuparte por mí :-)
– Y tú que no puedes pedirme eso.

Su rostro preocupado me pedía silencioso alguna explicación. Pero en mí sólo nace un deseo de abrazarla, y no desprenderme de ella jamás. Y así acorto el espacio, aumentando su preocupación.

– ¿Qué pasa?

Lo que menos quería era escuchar su voz. Necesitaba su silencio, que las preguntas se desbarataran con el abrazo. Pero con ella pedía un imposible. El lenguaje corporal no le era suficiente, siempre tenía que completarlo con las palabras.

– Nada… Sólo quiero abrazarte –. Respondo sin soltarme, aún pidiendo el silencio.

Acariciándome el cabello me separa ligeramente de ella para buscar alguna explicación a lo inadvertido. Mirando la duda en sus ojos, le dije:

– ¿Acaso no puedo sentir necesidad de abrazarte?
– La necesidad es falta de algo.
– Claro que no.

Elimine el espacio que nos mantenía unidas, para dar marcha a donde me dirigía en un inicio, pero de repente el sonido del teléfono me detiene. Y Elisa, dándome la espalda, se acerca a él para contestar por mí.

– Aló – Se gira de repente con una expresión de sorpresa y molestia aunadas – Si, un momento. Te llaman – deja el auricular a un lado –. Se me hace tarde, ya hablaremos.

Sale de la habitación, sin decir más palabras, ni esperar las respuestas que no le pensaba dar. Me quede viendo cuando tomaba las llaves de la mesilla, descolgaba la casaca del gancho detrás de la puerta y se marchaba. Pienso en detenerla, pero prefiero acercarme al teléfono que esperaba mi atención.

…Fin
Ilusión
Me siento tan bien, cuando al cerrar mis ojos después de un día terrible, lo primero que veo es a ti, con una sonrisa en los labios. Me siento tan bien, cuando al acercarme vacilante a cada paso, extiendes tus brazos plenamente para permitirme cobijarme en ellos. Me siento tan bien, cuando sin darte cuenta siquiera empiezas a despejar el gris de mi cielo y lo vuelves azul. Me siento tan bien, cuando en esa apacibilidad, escucho a mi corazón nombrarte en cada sutil latido. Me siento tan bien, cuando sin desviar la mirada, me reflejo en tus ojos y a mis oídos llega susurrante el sonido de tu voz que me dice: Te quiero más que tú. Y me siento tan bien, cuando al abrir por fin mis ojos, sigue tu presencia junto a mi, envuelta en el calor de ese abrazo, sonriéndome con una brillantes en tus ojos, el cielo enteramente de azul y sigo escuchándote en mi corazón, pero más nítidamente el te quiero de tu voz.

¿Dónde?

¿Dónde ángel terrenal?, ¿Dónde estás?,
Nómbrame al viento una vez más,
Déjame acariciar el cielo,
Sin temores volver a volar.
En tus brazos seguir profesando,
Que ser etéreo, es sólo un titulo más,
¿Dónde ángel terrenal?, ¿Dónde estás?
Si junto a ti,
no pierdo divinidad,
mis alas se despliegan mucho más,
tengo sentidos de tu palpitar.
Dime, dime ángel, ¿dónde estás?
Hazme saber que aún a mi lado deseas soñar.
Que puedo mirarme en tus ojos,
sin miedo a que encontrar,
y que el amor no se me es negado,
tan sólo por ser celestial.

Quédate

Entre las sombras se oculta el odioso vacío
De mitades soladas que niegan al destino.
Rosas del desierto que celan mil almas
Y viven sollozas en su propia aflicción.

Más quédate tú y exíliame de los sufridos,
No dejes que el olvido condene mi alma.
Vuelve real los sueños prohibidos,
y despierta la ilusión que parece perdida.

Historias guardadas de almas robadas,
Con corazones partidos minados de esperanza.
Ángeles terrenales que vuelven negras sus alas
Por el odio adquirido en la tormentosa necedad.

Más quédate tú para izar las alas
Al vuelo eterno del amor verdadero.
Silenciemos el llanto de los recuerdos
Y empecemos de nuevo con tus ojos en los míos.
Te extraño
La soledad ha decidido consolarme desde que te fuiste,
No puedo cerrarle las puertas si se compadece viendo la fragilidad.
Busqué en cada rincón a los recuerdos para que opaquen al silencio,
Y ahora los sollozos acompañan a la melancolía.

Te extraño, ¿mi amor, dónde estás?, te extraño, ya no puedo más.
Te extraño, amor regresa ya y altera el final.

Retorna el vuelo y enséñame nuevamente el azul del cielo,
Dime que enamorarse sin tiempo no fue el mayor error.
Ven, que sigo aquí, entre las sombras, intentando aceptar la verdad.

Te extraño, vida mía, te extraño, no te podré olvidar.
Te extraño, sigo viva y no me resigno a estar sin ti.

El insomnio se ha ocupado de ahogar los sueños,
En los que exijo anhelante tu cuerpo junto al mío.
La luna cercada por los pedidos cubre el rostro cansado
Y los rayos del sol queman los ojos del sufrido corazón.

Te extraño, ¿cómo llego a ti?, te extraño ¿porqué no estás?
Te extraño, regresa a mí que ya no sé coexistir.

El creado universo muere en mil perdones,
Pero sigo estando, sin sentido, condenando las alas al olvido.
No hay nada capaz de apagar este amor en mí.
Porque estimulaste algo eterno que no logré ni pretendí impedir,
Y ahora solo me quedan las fotografías de la pasada alegría.

Te extraño, te extraño, te extraño amor mío.
Te extraño, vuelve por mí, que ya he aprendido del castigo.
Mira como el alma expulsa su dolor en mi garganta,
Ven que los recuerdos ya no bastan, solo acaecidos matan,
Ven que las fuerzas han desvalido y este corazón ya no es mío,
Ven amor mío, ven mi ángel dormido, ven que ya no vivo.


– ¡Pónganlo a doscientos…Vamos atrás!…

Gritaba un hombre ataviado de blanco, en una sala infectada de ellos, tratando de revivir al cuerpo, tendido sobre la camilla, con un desfibrilador.

Pero nadie podía percatarse de lo que sucedía en torno a sus intentos.
El alma del inerte cuerpo salía, para dejarlo frío, sin vida. Y atender al llamado natural de la muerte. Quien distinguía su austera presencia, vistiendo elegantemente un traje negro.

_ ¿Qué?… ¿Por qué?
_ Tranquila, estás muriendo, te tratan de revivir.

El inerte cuerpo, dio un ligero salto ante el impacto. Pero nada, se negaba a regresar, así que el hombre de blanco no dudo volverlo a intentar. Aun sabiendas que un nuevo intento sería en vano.

– Una vez más… ¡póngalo a trescientos!… Atrás.

El sonido característico del electrocardiógrafo, siguió al golpe del cuerpo contra la camilla ensangrentada. Y por último, un sonido ensordecedor que no calmó al los esperanzados en aquel postrero intento.

_ Pero... Tengo que volver… ella me necesita.
_ Ya no puedes hacerlo, ha llegado tu hora.
_ No la puedo dejar sola, menos ahora.
_ No entiendes que ya…
_ ¡No!, tu no entiendes, acaso no lo ves, ella me necesita.
_…
_ Tengo que regresar…
_ …
_ Vamos no se rindan hagan un nuevo intento…por favor…tengo que regresar…por favor.

Las palabras eran inútiles tanto para el colector como para los inperspicaces vivientes. Sólo podían ser percibidos los gritos de desesperación que circundaba todo el esfuerzo, de quien al parecer era algo especial del inútil cuerpo, que yacía muerto en una de las camillas de la sala de urgencia del hospital.
Los ojos de todos los presentes dejaron al cuerpo y dieron paso a la solloza mujer que se abalanzo contra el cuerpo cuando el último intento fallo. Incluso ésta escuchaba apenas las últimas palabras del doctor indicando la hora del deceso:

– Hora de la muerte: diez y quince de la mañana…

– ¡REGRESA! ¡REGRESA! …No me dejes… Reacciona…– Eran las desgarradas palabras de dolor, emitidas por la desconsolada mujer que golpeaba al indefenso cuerpo ensangrentado, sin posibilidad de reaccionar –. No me puedes dejar, por favor regresa…

Sabía que eran inútiles sus intentos. Lo único que le quedaba era derramar las amargas lágrimas, recostada en el pecho de quien al parecer había dejado de luchar. Pero ella ni siquiera se imaginaba que la desesperada alma se debatía con su inesperado visitante para iniciar un viaje que se negaba emprender.

_ No te quiero dejar, no quiero… Por favor ayúdame a regresar ¡AYÚDAME!, acaso no estás aquí para eso.
_…
_ ¡DIME ALGO MALDICIÓN!
_ No puedo ayudarte, es inútil que pidas algo que no puedo hacer, ha llegado la hora de partir y no puedes hacer nada para evitarlo.
_ ¡NO!, tiene que haber algo.

La desconsolada alma desesperada trataba de buscar la forma de regresar, sin encontrar alguna.
Toda su vida paso sin querer ante sus ojos, y no lo entendía, se supone que eso sucede cuándo estás muriendo no cuando ya estás muerto, ¿o, no? Pero no pudo evitar la avalancha de recuerdos que le invadió. La remembranza de toda una vida feliz con la desvalida mujer que sollozaba ante su cuerpo sin vida, y de todas las decisiones que había embargado el estado en el que se encontraba su amada.

_ Por favor permite que me pueda escuchar, sólo eso te pido, por favor.
_ Eso no es posible.
_ Por favor, solo un momento, te lo ruego, por favor.
_ Lo siento.
_ ¡Demonios!, acaso no tienes corazón, no entiendes que necesita saber que no quiero alejarme de ella, que sólo es ¡mi maldita hora!

Únicamente le quedo expresar las palabras anheladas, al aire, sin que las escuchara el receptor deseado.

_ Si pudiera regresar lo haría, sabes que lo haría…Pero no te voy a dejar…Voy a estar siempre junto a ti. Aunque no puedas verme, siempre estaré a tu lado, sólo te pido que nunca te olvides de mí.

Meses después, donde las almas “disfrutan” del descanso eterno. Una rubia mujer, enlutada, estaba sentada en la verde hierba que le brindaba el lugar, hablándole a una fría lápida, como siempre lo hacia.

– Aunque no te pueda ver, sé que estás aquí junto a mí. Tú me lo dijiste una vez, recuerdas – Acariciando la lápida –, me juraste que nunca me abandonarías, y no lo has hecho, te habrás marchado físicamente pero eso no quiere decir que lo hayas hecho de mi corazón. Vives y vivirás siempre en el, y eso te mantendrá viva a mi lado – con lágrimas resbalando por sus mejillas – y de nuestro hijo. – posando una de sus manos en el vientre que contenía a un nuevo ser producto de su amor. Sin percatarse que sobre ella, reposaba otra imperceptible a sus sentidos. Que también estaba igual de acongojada, pero sonrió al sentir, un pequeño latido que acariciaba su mano.

La pequeña figura se levanta para emprender su marcha. No sin antes, dar un beso a su mano y depositarlo sobre la sepulcral lápida.

Una encapuchada figura que esconde a una alta mujer de negros cabellos con unos ojos del límpido color del cielo, parada frente a ella, la ve marcharse, y lee la inscripción que contenía la lápida.

R. I. P.
Dadre, Etarz Griand
1974 – 2004
“Amante y eterna acompañante, descansa en paz”

Levantando la mirada de la inscripción y observando a la mujer que se aleja. Inicia su eterna caminata tras ella.

martes, 18 de marzo de 2008

Mientras conducia a la casa de mis padres, las llamadas y tonadas subidas de tono, no dejaban de acompañarme. Cansada de todo, apago el celular y desvio el camino a la playa, el aire acondicionado del auto me mantenia al margen del detestable sol medianero. Pero necesitaba salir, debía salir, asi que desciendo, y mirando la blanca arena con las olas golpenado sus orillas marinas decido adentrarme al camino playero. Sin darme cuenta mis pasos me llevan adonde estabas tu, ahi, sentada sobre la arena en la compañia de tu soledad. Temerosa de interrumpir pensamientos, me aventuré a acompañarte en silencio para luego romper la barrera de los sonidos en nuestros labios. La sangre en mis venas empezó a hervír sin sentido -por la cercania-, el negro azabache de tu pelo me cegaba con la luz del sol, ocultándome tu rostro; hasta que tu mirada me buscó, aunque dudosa por mi presencia, me buscó; con el tiempo cada vez que me cruzaba con ello, miraba hacia atras para recordar y volver a descubrir que todo lo que había logrado -si es que era algo- me había sido arrebatado por otro corazón enamorado. Ahora no soy más que un corazón solitario, como un río que no encuentra salida al mar, como un sol al que las nubes no dejan brillar.